sábado, 19 de diciembre de 2009

DERECHOS HUMANOS Y PROMOCION DE LA SALUD


El tema de los derechos humanos en salud adquiere en la actualidad gran relevancia por múltiples razones. Desde 1948, cuando se aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, ha habido considerables avances en esta materia, aunque, no con pocos retrocesos. Se ha avanzado en el reconocimiento de que los derechos no sólo son políticos y civiles, sino también, culturales, económicos y sociales. Dentro de estos últimos se inscriben los derechos a la salud y a la educación, vitales para el desarrollo de los individuos y de los pueblos en su conjunto.

La Declaración y Programa de Acción de Viena, aprobados por la Conferencia Mundial de Derechos Humanos, reconoce que “todos los derechos humanos son universales, indivisibles e interdependientes y están relacionados entre sí. La comunidad internacional debe tratar los derechos humanos en forma global y de manera justa y equitativa, en pie de igualdad y dándoles a todos el mismo peso – dice esta Declaración- . Debe tenerse en cuenta la importancia de las particularidades nacionales y regionales, así como los diversos patrimonios históricos, culturales y religiosos; pero los estados tienen el deber, sean cuales fueren sus sistemas políticos, económicos y culturales, de promover y proteger todos los derechos humanos y las libertades fundamentales”.

La salud y los derechos humanos tienen una íntima relación y pueden afectarse mutuamente, de tres maneras: a) La desatención de los derechos humanos puede ocasionar consecuencias graves para la salud; b) Las políticas y los programas sanitarios pueden servir para promover los derechos humanos o para violarlos; y, c) La vulnerabilidad a la mala salud puede reducirse con la adopción de medidas en pro de los derechos humanos.

En este sentido, la normativa y los enunciados referidos a la protección social, a la seguridad social, a la educación, a la alimentación adecuada, al respeto a la vida, la intimidad, al beneficio del progreso científico, a la participación, a la información, a la eliminación de prácticas nocivas, la eliminación de la tortura, la violencia contra los niños, son algunos aspectos que debieran estar claramente configurados en las legislaciones nacionales.

La OMS consagra en su constitución (1946) “El derecho al grado máximo de salud que se pueda lograr”, declaración del derecho a la salud que se reiteró en Alma Ata (1978) y en la Declaración Mundial de la Salud adoptada por la Asamblea de la Salud en 1998. El derecho a la salud significa, en la práctica, que se deben poner en su servicio una serie de normas, instituciones, leyes y un entorno propicio, de manera que se garantice de la mejor manera su disfrute por parte de cada individuo y su comunidad. El derecho a la salud es, además, un derecho inclusivo, esto significa que no sólo abarca la atención de salud oportuna y apropiada, sino también los principales determinantes de la salud, como el acceso al agua limpia y potable, a condiciones sanitarias adecuadas, a alimentos sanos, a una buena nutrición, una vivienda adecuada, condiciones sanas en el trabajo y en el medio ambiente; acceso a la educación e información sobre cuestiones de salud, incluida la información sobre salud sexual y reproductiva.

El tema de los determinantes de la salud es un tema que se relaciona con la promoción de la salud y su reconocimiento va adquiriendo cada día más fuerza y actualidad en la salud pública. La Conferencia de Promoción de la Salud realizada en Bangkok, no sólo reafirma el derecho a la salud, sino que reafirma en forma más explícita su relación con los determinantes de la salud. La Carta de Bangkok para la Promoción de la Salud, comienza diciendo que “el goce del más alto nivel alcanzable de salud, es uno de los más fundamentales derechos de cada ser humano sin distinción de raza, género, edad, religión, creencia política, condición social o económica”. La promoción de la salud, consiguientemente, se basa en los valores y principios de la justicia social y la equidad; el respeto a la diversidad, a la dignidad y los derechos humanos; y en la reducción de la inequidades en salud, dentro de los países y entre ellos.

La Carta de Bangkok reafirma los valores proclamados por las cinco primera conferencias, principalmente la de Ottawa, y reafirma su propósito, remarcando que “La promoción de la salud es un proceso que otorga a la gente un control en aumento sobre los determinantes de la salud y, por este medio, un mejoramiento de su salud. La promoción de la salud es un proceso cultural, social, ambiental, económico y político, en el que los individuos, los grupos, las comunidades y los tomadores de decisión cambian positivamente las condiciones que afectan la salud, actuando colectivamente para ejercer un mayor control sobre los determinantes de la salud.

Como puede verse, las declaraciones más importantes de defensa del derecho a la salud son principalmente llamadas a la no discriminación por ningún motivo implícito o explícito. En salud está ampliamente reconocida la prohibición de toda forma de discriminación en lo referente al acceso a la atención de la salud, el acceso a los determinantes básicos, y los medios para conseguirlos. Se trata de aplicar un enfoque de derechos humanos, que sirva de marco para el desarrollo sanitario de cada país, haciendo que todas las políticas y programas sean formulados y ejecutados considerando los derechos humanos igualitarios para todos.

Por esencia, los derechos humanos tienen, entonces, que ver con la búsqueda de equidad, que es la eliminación de las disparidades en salud y en los determinantes básicos de la salud que están sistemáticamente asociados a una situación subyacente de desventaja en la sociedad. El enfoque de equidad complementa al de los derechos humanos, dándole un marco de medición de la justicia y la imparcialidad de las políticas.

La fuerza que va adquiriendo en la salud pública el tema de los derechos humanos y el de las determinantes sociales de la salud, por lo tanto, el de la promoción de la salud, exige un mayor conocimiento e investigación de su relación con la salud, de manera que las políticas que se emprendan tengan una sólida base científica y humanista. Es una responsabilidad de todos profundizar en este conocimiento. Por otra parte, toda acción para promover la participación de la comunidad debe también estar basada en la difusión y el conocimiento de los derechos humanos; este debe ser el enfoque de la participación social en promoción de la salud.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Apuntes para la historia de los Municipios por la Salud



La celebración del aniversario número 15 de la Red de Municipios por la Salud de Cuba, no solo que me trajo a la memoria una etapa importante de mi vida laboral en la OPS, sino que me estimuló a escribir algo coloquial sobre el proceso de conformación de este tipo de redes en el continente.

Era el comienzo de la década de los 90 cuando se me encomendó desarrollar un Municipio Saludable en Zacatecas y se me informó que, al mismo tiempo, se desarrollarían experiencias similares en Cienfuegos, Cuba, y en Medellín, Colombia, con los que se conformaría una Red de Municipios Saludables. Se escogieron estas ciudades porque existía algún germen o interés para desarrollar proyectos destinados a controlar las enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT). Su inspiración eran los proyectos europeos al estilo CINDI, que iban mostrando un impacto positivo en la reducción de enfermedades cardiovasculares, principalmente. Los promotores, desde Washington, eran la doctora Helena Restrepo, para entonces Directora de Salud del Adulto, y el consultor del área de enfermedades crónicas no transmisibles, Eric Nicholls, con el que tuve algunas reuniones para planificar la estrategia de abordaje en Zacatecas. En México, la contraparte encargada era la Dirección presidida por el Dr. José Rodríguez Domínguez y su equipo, con los que planificamos las primeras aproximaciones.

Después de visitar el Municipio de Zacatecas, reunirme con el Alcalde y realizar un taller de planificación, me percaté que las bases del proyecto no eran muy confiables. Primero, porque no tenían atractivo político para las autoridades municipales; las intervenciones para reducir las ECNT eran muy médicas y terminaban en manos de los especialistas, hacia quienes eran orientadas las responsabilidades por las autoridades políticas del Municipio. Segundo, el componente de promoción de la salud era muy reducido, concentrándose principalmente en trabajar sobre estilos de vida y hacer encuestas epidemiológicas. Tercero, era muy difícil asegurar el éxito en un solo Municipio. Las posibilidades de fracaso eran mayores que las del éxito.

Por otra parte, yo consideraba que un proyecto de promoción de la salud, debía ser responsabilidad de la dirección encargada de la promoción de la salud o, por lo menos, de manera compartida con la dirección de crónicas de la Secretaría de Salud. Cualquier proyecto de promoción debiera ser integral y sobrepasar el campo de las crónicas, que en ese momento no sonaban como problema prioritario en México y, menos, en la mayor parte de los países de la Región. Con el apoyo de mi jefe, Juan Manuel Sotelo, tomé contacto con la Dirección de Fomento de la Salud, para entonces más dedicada a la educación que a la promoción, y tuve sendas reuniones con su Director, Rafael Camacho Solís, persona amigable y con fuerte liderazgo en su equipo, tanto en el nivel central como en los diferentes estados. Por primera vez participé en un evento interno de esta Dirección, que tenía más de 300 funcionarios en todo el país. En ese momento trabajaba un programa denominado Salud Municipal, que pretendía desde las bases, con instrumentos de la clásica educación sanitaria, estimular a los municipios a ejecutar acciones de salud con fuerte contenido médico. Camacho Solís escuchó la propuesta de ejecutar un proyecto nuevo, que se llamaría Municipios Saludables, con otra visión, partiendo desde arriba, desde el Alcalde o Presidente Municipal, a quien se le transferiría no sólo el liderazgo sino la responsabilidad de hacer de su Municipio un espacio saludable. Después de profunda meditación y consulta, Camacho Solís me dijo: “de acuerdo, pero no puedo arriesgar en muchos municipios comencemos con una docena de ellos, y si sale, lo ampliamos”. Además, me dijo, tenemos que cambiarle el nombre, no estamos de acuerdo en llamar “saludable” a un municipio que no lo es, preferimos un nombre más dinámico, que exprese movimiento en vez de un estatus de supuesta plenitud, que no existe, debiéramos llamarlos “municipios por la salud”. Acepté de inmediato ambas propuestas. Nunca me hice problemas por el nombre sino por el contenido, además de que el argumento era sólido.

De esta manera, en noviembre de 1993, realizamos conjuntamente la Primera Reunión de Alcaldes donde se creó el proyecto de Municipios Por la Salud y se estableció la Red Mexicana de Municipios por la Salud, cuyo Secretariado Técnico sería la Dirección de Fomento de la Salud de la SSA. El equipo de OPS estuvo presidido por la Dra. Helena Restrepo. Participó, también, el nuevo responsable del área, Guillermo Llanos, con experiencia en ECNT. El resultado final del encuentro fue la firma de la Carta de Compromiso de Monterrey, donde todos los presidentes municipales asumían compromisos concretos para impulsar el proyecto. Como anécdota es interesante recordar que de los 11 alcaldes participantes, uno solo de ellos no firmó ni aceptó incorporarse a la Red, era el único médico del grupo de alcaldes.

Durante el primer año nos dimos a la tarea de apoyar el proyecto. Visitamos los municipios y desarrollamos instrumentos de planificación y de selección de intervenciones. Las tareas derivadas de Monterrey debían inducir a que los municipios introduzcan la salud de manera contundente en su agenda de trabajo, refrendando abiertamente su voluntad de desarrollar políticas públicas saludables y participativas. La orientación era amplia, sobrepasaba en mucho el espectro de las ECNT y adquiría una nueva connotación, más política e integrada con la realidad de cada municipio.

Uno de los estados que comprendió más rápidamente las características de este nuevo movimiento fue Michoacán, donde trabajaba como Jefe del Departamento de Promoción de la Salud el Dr. Raimundo Puebla, con el apoyo del Presidente Municipal de Zitácuaro, Aldo Emilio Tello, y el del Secretario de Salud del Estado, Eustolio Hernández, con los que organizamos el 11 de junio de 1994, la Primera Reunión de la Red Estatal de Municipios por la Salud (ver foto), con participación de más de cien alcaldes. Fue uno de los primeros eventos que por su magnitud me hizo pensar en la potencialidad movilizadora del proyecto. Personalmente, comencé a hablar de movimiento, antes que de proyecto, porque la palabra me parecía una camisa de fuerza para algo que estaba destinado a crecer y ampliarse.

El Alcalde de Zitácuaro, Aldo Tello, se había comprometido en Monterrey a organizar la II Reunión Nacional de la Red Mexicana de Municipios por la Salud, con carácter internacional. La OPS se encargó de invitar a varios funcionarios y alcaldes de otros países. Por Cuba estuvo el Dr. Alfredo Espinosa, del Proyecto de Cienfuegos. Hubo invitados de Venezuela y de otros países. La idea era mostrar cómo se iba generando la red mexicana. En la ocasión participaron alrededor de 60 municipios, donde ya se mostraron las primeras experiencias e intervenciones de los municipios participantes. Se vio que algo nuevo estaba surgiendo. No eran los médicos hablando de salud, eran los alcaldes, haciendo sus diagnósticos y mostrando sus políticas saludables.

Las repercusiones fuera del país no se dejaron esperar. Al poco tiempo se creó la Red Cubana de Municipios por la Salud, es decir, adoptaba el mismo nombre que la Red Mexicana, en tanto que la venezolana, y para variar un poco, se creó con el nombre de Red Venezolana de Municipios Hacia la Salud. La cubana tuvo un trabajo continuado y apagará su vela número 15. La otra tuvo una vida más corta, como la de su gestor político, el gobierno de turno.

Al poco tiempo, Rafael Camacho Solís fue promovido a la Subsecretaría de Regulación Sanitaria, en la gestión del nuevo Ministro, Juan Ramón de la Fuente, que entraba en lugar de Maestro Jesús Kumate. La Dirección General de Fomento de la Salud pasó a denominarse Dirección General de Promoción de la Salud, precisamente por la importancia que fue adquiriendo este tema en su trabajo, siendo su nuevo titular el Profesor Javier Urbina, quien dio continuidad a la iniciativa y creó el Programa de Municipios Saludables, que pasó a ser una prioridad en la agenda de salud del Presidente, Ernesto Zedillo.

Acompañé la experiencia mexicana un año más, ayudando a organizar la III Reunión de Municipios por la Salud, donde participaron 300 municipios, en Xalapa, Veracruz, que a la saga había tomado un cierto liderazgo en el tema. Dejé México, con el dolor de mi corazón, unos días antes de la reunión, que, por los informes de mi sucesor y amigo, Julio Gonzáles, fue todo un éxito. Volví a México a participar, en calidad de invitado, junto con la delegación costarricense, en la reunión de Veracruz, en Boca del Río. Aquello era verdaderamente sorprendente. El Presidente de la República inauguró un mega evento donde participaron 600 alcaldes. Aquel pequeño proyecto se había convertido en un verdadero movimiento nacional.