martes, 27 de diciembre de 2011

Lula y el tabaco


El carismático y prestigiado ex Presidente, Ignacio Lula da Silva, de 66 años de edad,  fue diagnosticado con un tumor en la laringe, el sábado 29 de octubre del 2011. El equipo  médico que lo atendió en el Hospital Sirio Libanés de Sao Paulo confirmó que era un tumor epidermoide de 2,5 cm de tamaño, ubicado en la supraglotis, cerca de las amígdalas, que es la peor localización para uno de esos tumores. Su concentración de vasos sanguíneos hace que el riesgo de metástasis sea mayor. El tumor fue clasificado como  un Ca.  intermediario de tipo 2, en una escala de gravedad que va de 1 a 4. Este tipo de tumor es  el más común en la laringe y es frecuente en fumadores.  El tabaco aumenta el riesgo de cáncer de laringe en 36 veces.  El equipo de médicos que lo asistió determinó someterlo a tratamiento de quimioterapia para reducir el tamaño del tumor y prevenir la difusión del cáncer.  Con seguridad que posteriormente será sometido a radioterapia, puesto que estos tumores son muy sensibles a la radiación. La probable evolución del cáncer puede inducir a una extirpación de la laringe y una traqueostomía.

Lula fue un fumador crónico. Fumó durante 50 años y, como todo fumador crónico, intentó dejar el cigarro en repetidas ocasiones.  La imagen de un Lula descontraido y relajado, con un vaso de trago y un cigarrillo o un charuto (puro), era frecuente y hasta familiar en los medios brasileños.  Como gran parte de los políticos izquierdistas de su generación, tenía un cigarro como acompañante ideal para las reuniones o la conspiración.  Es el caso de otro gran fumador, José Mujica, el Presidente uruguayo que a sus 74 años tuvo que dejar el tabaco por razones de salud.
Lula parecía más simpático con un cigarro en la mano y era indiferente o no entendía la lucha contra el tabaco que se libraba de manera inclemente en su país. Si durante su Presidencia se dieron varias medidas antitabaco, probablemente no se debieron a su voluntad, sino a la de sus colaboradores y la presión de los grupos antitabaco, a los que sacó de quicio en reiteradas ocasiones. Recordemos que en el Brasil los grupos e instituciones que luchan contra el tabaco son de los más numerosos y organizados del continente.  

Durante los últimos años vinieron peleando por el endurecimiento de la Ley que prohibía fumar en espacios públicos y en lugares de trabajo, pero que admitía que se lo haga en fumódromos, que eran espacios para los fumadores  adecuados en estos lugares cerrados. En 2008 la Alianza de Control al Tabaquismo (ACT) lamentaba el poco apoyo de Lula con respecto al establecimiento de espacios libres de tabaco. En ese año y de manera irónica, mientras fumaba un cigarrillo, dijo a la prensa “Yo defiendo, en verdad, el fumado en cualquier lugar. Sólo fuma quien está enviciado”. O sea, reconocía que el fumado no era cuestión de política pública, sino una cuestión de vicio personal o individual.  Cuestionado sobre la prohibición de fumar en espacios públicos y concretamente en Planalto, dijo que aceptaba, pero “Menos en mi sala. Yo, si fuera en su sala, ciertamente no fumaría, porque respeto al dueño de la sala; pero, en la mía, soy yo el que manda”.  Y sobre el proyecto de eliminación de los fumódromos, insistió que no era suyo:"Yo no lo propongo. La idea del Ministerio de Salud es la prohibición del tabaco en todos los lugares cerrados. Yo envío el proyecto al Congreso y no voto". O sea él hacia de vehículo intermediario del proyecto, pero no se comprometía con él. (Este proyecto que buscaba establecer espacios públicos 100% libres de humo de tabaco, finalmente nunca salió en la gestión de Lula y, en el momento en que escribo este artículo, acaba de ser promulgado por la sucesora de Lula, la Presidenta Dilma Rousseff, lo que le significa un galardón en esta lucha sin cuartel).

Las declaraciones de Lula fueron muy criticadas por la prensa y por los grupos contra el tabaco, poniendo en aprietos a sus colaboradores, entre los cuales sobresalía su Ministro de Salud,  José Gomes Temporao, conocido antitabaquista, salido de las canteras del Instituto Nacional del Cáncer (INCA), quien trataba de amortiguar lo expresado por el Presidente, diciendo que eran declaraciones de cuño personal, que no tenían nada que ver con las políticas del gobierno. Las declaraciones se daban en un  momento en que el 88% de los brasileños estaba de acuerdo con la prohibición de fumar en lugares públicos y/o cerrados.

En esa coyuntura, Brasil ya había ratificado y promovía el Convenio Marco para el Control del Tabaco (CCCT), que es el mayor acuerdo internacional vinculante que impulsa la OMS, ya que fue ratificado por 172 países. El Gobierno del Brasil, desde Enrique Cardoso, sobresalía por sus logros y sus políticas antitabaco. Había logrado retroceder a lo fumadores a los fumódromos; había aumentado impuestos a la comercialización del tabaco; tenía prohibida la difusión de propaganda a favor del tabaco por los medios de comunicación masiva; había normado las advertencias  en las cajetillas de cigarrillos; había aplicado restricciones a la venta a menores de edad; instalaba consultorios para promover la cesación del tabaquismo mediante el tratamiento individual de los casos en el Sistema Único de Salud (SUS); en fin,  comenzaba a incursionar en los temas de la economía y la producción, los más difíciles de controlar.

Así pues, las posiciones de Lula resultaban una contradicción entre lo hecho en la práctica y su retórica, lo que era bien aprovechado por sus enemigos políticos, muchos de ellos alineados también en las filas antitabáquicas, principalmente los tucanos del PSDB, que se manifestaron por doquier, en tanto que los petistas (PT) trataban de amortiguar la mala impresión y el impacto negativo de las declaraciones de su jefe. En contrapartida, el Gobernador de Sao Paulo y futuro candidato del PSDB, José Serra, impulsaba un proyecto de Ley Estadual más duro que la Ley Federal propuesta a Lula. Serra es conocido por sus claras posiciones antitabáquicas y por ser uno de los puntales políticos en esta lucha.

En esos años, en los que me tocó trabajar en el Brasil, comprobé que era uno de los principales actores en el combate al tabaquismo en el mundo. Sus políticas habían  permitido reducir el porcentaje de fumadores de 33% en 1989 a 18% en 2008. Era observado como un modelo para mostrar lo que se puede hacer en materia de control del tabaco y sus efectos. Por esto la OMS y la Fundación Bloomberg, nos aprobaron un proyecto con fuerte financiamiento para impulsar aún más estas políticas.

Fruto de este apoyo era la realización de actividades frecuentes y de mucha visibilidad internacional como las dos reuniones de la Conferencia de las Partes (COP) del Convenio Marco, realizadas en Brasilia. En la primera se trató el tema del control de la producción agrícola del tabaco, que estuvo precedida de una audiencia pública y, en la segunda, los artículos referidos a la protección de las medidas de control del tabaco de la interferencia de la industria del tabaco; también   los artículos que tienen que ver con la regulación de la publicidad de los productos del tabaco; y sobre su empaquetado y etiquetado.

En el 2008, poco antes de las declaraciones de Lula, se realizó una evaluación internacional de la capacidad del Brasil para el control del tabaco siguiendo las medidas  aprobadas por la CCCT, actividad verdaderamente importante y la primera que se realizaba a nivel mundial sobre este tema. La evaluación se realizó bajo la dirección del Programa Global para el Control del Tabaco de la OMS (TFI) y con participación de OPS e INCA. Fruto de esta reunión fue la elaboración de un documento hito que  hace sugerencias de políticas para su implementación o refuerzo.

En la Conferencia de la Partes (COP) y en la evaluación pudimos ver la inmensa dificultad que tendrá el Brasil para cambiar su política agrícola sobre tabaco, a menos que una extraordinaria voluntad política influya de verdad en su reconversión.  Hasta donde yo tenía conocimiento esa voluntad política no se manifestaba en el Gobierno de Lula y es difícil que se manifieste ahora mismo. Brasil es el segundo productor de tabaco en el mundo, después de la China. Por lo tanto, son muchos los recursos y los intereses que se mueven no solo para mantener esta situación de privilegio sino para aumentarla.  Entre 1990 y 2009 la producción de hoja de tabaco creció en un 76%, siendo  su producción cercana a las 900 mil toneladas desde 2004. La superficie dedicada a la producción del tabaco crece y los esfuerzos de los movimientos antitabaco no llegan a hacer mella en este crecimiento. Los gobiernos de turno prefieren guardar silencio o no comprometerse en el asunto. El Gobierno de Lula no fue la excepción en esta materia. 

Así como andaba el proceso de la lucha antitabáquica en el Brasil, el Presidente Lula, en enero de 2010, tuvo una crisis hipertensiva que lo llevó al hospital y le impidió  participar del Foro Económico Mundial de Davos, en Suiza. A su egreso anunciaba que por recomendación médica dejaba de fumar y que lo estaba logrando a fuerza de voluntad. Muy contento dijo: “Antes no podía quedar una hora sin  fumar, ahora ya estoy 40 días”. Se había producido un cambio en su percepción y en su conocimiento sobre el problema. Ocho meses después, en tono reflexivo,  pedía a los brasileños que lo imiten y abandonen ese mal hábito.

De ahí en adelante su actitud pareció más asequible y comprometida con la lucha contra el tabaco, por lo que facilitó algunas políticas, principalmente en materia tributaria y de comunicación, hasta que terminó su mandato en diciembre de 2010. Un año después, cuando ya se especulaba sobre su posible reelección en 2014, el cáncer lo colocó a un lado del proceso, y será hasta que su tratamiento se resuelva verdaderamente por el lado del  éxito.

En esta hora crucial, cuando todo el mundo está a la expectativa de su salud, Lula todavía tiene una gran tarea a realizar como político exitoso que es. En 2010 fue calificado por la revista Time como uno de los 100 personajes con más influencia en el mundo. Su voz ronca y convincente puede dar todavía un gran espaldarazo al movimiento antitabáquico de su país y del continente.  No solo es su deuda personal sino su responsabilidad social.

Ese día, y cuando anuncie su reelección, volveré a Rio a bailar al son de los tambores de batuca de sus seguidores, tal como lo hice cuando fue reelecto, en una noche cálida y alegre de octubre de 2006.