lunes, 21 de octubre de 2013

Cuarta versión del VINOFEST en Cochabamba


Reserva de ocho años que provocó más expectativas
 que satisfacciones
Suelo asistir con Lorena, quien es mi mejor referencia como catadora,  a las ferias del vino que se realizan en Cochabamba, principalmente para captar algo del desarrollo de la industria del vino en Bolivia, que es considerada como una industria sin chimeneas, de fuerte impacto en algunas economías regionales como la tarijeña, donde se encuentra su principal foco de desarrollo. Santa Cruz pareciera perfilarse como la segunda región en un futuro cercano, aunque por el momento este lugar sigue ocupándolo Camargo junto a sus valles aledaños.

En efecto, en la feria las bodegas dominantes fueron las tarijeñas, principalmente por la influencia de las más grandes y conocidas, ya con mercados y con clientes bien ganados. Entre estas brillan por sus propios méritos Kohlberg, Concepción, Campos de Solana y Aranjuez, que presentan diferentes productos varietales, reservas y hasta uno que otro Gran Reserva o vino de altura Premium. La novedad fue la botellita celeste de Kohlberg que en su etiqueta dice ser Blend, sin especificar cuáles son las variedades que lo componen. Me imagino que es una mezcla de todos los vinos sobrantes para dar con esta combinación, un poquito superior a su vino clásico que se llama Fino Tinto. Recordemos que cada una de las bodegas grandes tienen su clásico o, mejor, el vinito de mesa que los saca de apuros. Generalmente es el más barato y el más consumido. Entre estos se nota le preferencia del público por el clásico de mesa de Aranjuez, que lleva el nombre de Terruño.

En la Feria nos concentramos más bien en las bodegas medianas y en las pequeñas, que además son las que más invitan para probar, las grandes son más tacañas. Casi todas las pequeñas provenían de los valles de Camargo, a excepción de dos que provenían de Cochabamba, para salvar el honor. En el momento de degustar nuestra preferencia siempre es por los vinos secos. Lastimosamente la mayor parte de las bodegas pequeñas producen vinos endulzados, llamados Oporto, o Abocados, si son menos dulzones. En general son vinitos de baja calidad, con mucho azúcar para ocultar sus deficiencias. Probablemente sean también los más vendidos puesto que la cultura del vino en nuestro país se encuentra todavía dando sus primeros pasos. En las reuniones o fiestas populares predominan los vinitos dulces o azucarados. 

Nos impresionó mejor el vino seco de Santa Ana, la bodega de Sipe Sipe, que volvió a reaparecer en la Feria y que es, sin lugar a dudas, la más grande del Departamento, con productos pasables y baratos. No podemos decir lo mismo del vino seco de la Bodega Marquéz de la Viña, de Vinto, que tiene más cáscara que nueces. La folletería por ellos distribuida dice que su mejor producto es un Cabernet Sauvignon Reserva 2013, de uvas producidas en el valle de Cochabamba,  y caldos criados en barricas de “roble chileno”.  Preferimos creer que se trata de un error de edición antes que de un error de concepto, de lo contrario, tendrían que aclararnos el lugar dónde se encuentran los viñedos cochabambinos y el lugar de dónde procede el roble chileno. Lo que si, ya es imperdonable, es que llame como Reserva a ese vino tierno, producido en 2013. La susodicha propaganda nos obliga a pensar en la necesidad de normar mejor nuestras apelaciones en Bolivia. No se puede llamar Reserva a cualquier cosa, lo mismo aquí que en Tarija. La mejor definición de Reserva la tienen los españoles, vino de 36 meses, de los cuales por lo menos 12 meses en barricas de roble francés o americano. 

De cualquier manera, parece que el best seller de esta bodega es una botellita pequeña con tapón de hojalata, de un vino rosado llamado Evita, que dice ser dulzón y delicadamente gasificado.  Por lo menos en la Feria fue el más promocionado entre los jóvenes. No nos apetecía el probarlo. 

Si pretendo calificar con un denominador común a los vinos secos de bodegas pequeñas y tratando de no ser muy severo, diré que predominantemente son muy tiernos, un tanto ácidos o metálicos, o cuando menos con sabores excesivamente tánicos. No tengo en la memoria ninguno que me haya impresionado por su elegancia o equilibrio. Tal vez he probado muy rápidamente una cantidad grande de estos vinos, donde es más apreciada la calidad del trato de sus propietarios o representantes que la calidad de sus mostos. Hay mucho camino por recorrer para salvar la brecha entre los grandes productores y los pequeños. 

Mi mayor atención ha sido para los vinos nuevos de bodegas medianas. Estuve atento a la presentación del vino 1750 que, finalmente y pese a estar anunciado, no apareció. Este es un vino que ya lo he probado antes en Samaipata, de donde es originario. Es un vino con grandes pretensiones y con un desarrollo lento pero seguro, respaldado por sus 6 hectáreas de uva seleccionada y regada con micro gota. Sus botellas no son baratas. Por lo mismo, es un vino que queríamos degustarlo junto a los vinos de las otras bodegas en aparición, entre ellas la más anunciada, la Bodega Sausini, que en su escaso recorrido ya exponía una medalla de Plata en Sevilla 2011. Personalmente me gustó más su Merlot 2010 que su Cabernet Sauvignon, aunque ambos son bastante equilibrados. Hacia delante, pareciera que un vino Sausini puede recomendarse en cualquier mesa donde se pretenda beber buen vino nacional. Ni qué decir de la ya prestigiada botella de Magnus,  bodega que se consolida en el gusto de los amantes del buen vino año tras año. Esta vez aprecié sus dos bi varietales, el Merlot-Cabernet 2008, y el Sirah-Cabernet 2009, ambos de gran complejidad y mucho cuerpo. A la salida me acerqué al stand para comprar una botella más de este último, pero no quedaba ninguna. El dependiente muy contento me dijo que había vendido las 100 botellas que llevó esa noche.  

Para escuchar el concierto de los cantores chaqueños nos llevamos a la mesa un Casa Grande, que nos impresionó por su etiqueta: Cabernet Sauvignon, Reserva del 2005. Por los años y la variedad parecía la mejor escogencia. No resultó así. Le faltaba cuerpo, más color y más tanino. Un poco flaco para lo que esperábamos después de tanta maduración. Pero pasó, con buena música y mejor compañía.