domingo, 14 de julio de 2013

SSPAM: un seguro muy inseguro


Anciano divirtiéndose en un pueblo boliviano
Ya en 1996 se instituyó el Seguro de Vejez que sería financiado con aportes de la Lotería Nacional de Beneficencia y Salubridad los que, como sabemos, eran más impredecibles que sus propios sorteos y juegos de azar.  En 1998 se intentó dar otro paso adelante configurando el Seguro Médico Gratuito de Vejez (SMGV)  que pretendía homologar las prestaciones de todos los adultos mayores según lo establecido en el Código de Seguridad Social, pero tuvo también gruesas falencias, principalmente en su financiamiento. Finalmente, se crea el Seguro de Salud para el Adulto Mayor (SSPAM) mediante la Ley Nº 3323 del 16 de enero de 2006 que pretende dar prestaciones integrales y gratuitas a personas mayores de 60 años. De acuerdo con esta Ley el monto del aporte per cápita para el funcionamiento del SSPAM es de 56 Dólares, 60 por ciento provenientes del Tesoro General de la Nación y 40 por ciento de los municipios.

Con el SSPAM se pensó que habría un salto cualitativo y de mejora del seguro, pero los resultados demuestran lo contrario. Se ha complicado su funcionamiento poniendo en entredicho el apoyo más importante con el que contaba, cual es el convenio con la Caja Nacional de Salud, su mayor operador. La CNS atendía a más del 80% de los asegurados, la mayor parte residentes urbanos, puesto que los adultos mayores del área rural prácticamente no acceden con regularidad a los servicios  de la caja, casi todos en las ciudades por ser de nivel secundario o terciario.  La incorporación de la caja más importante a la atención de los adultos mayores no asegurados fue, sin duda, un logro que ahora  se ha puesto en situación de crisis por las deudas del estado y, principalmente, de los municipios. Únicamente en Cochabamba los municipios deben cerca de 110 millones de Bolivianos, razón por la que la CNS de ese departamento ha decidido, de manera unilateral, suspender la atención de los ancianos aduciendo la enorme deuda estatal y su incapacidad física de seguir atendiendo  a este grupo de asegurados. Paradójicamente, el 80% de esta deuda correspondería al Municipio del Cercado. Después de esta ruptura los ancianos cochabambinos se encuentran a la deriva, buscando un servicio que los acoja.

Sin embargo, lo que se ve es el iceberg del problema: ancianos, la mayor parte urbanos,   urgidos por sus dolencias crónicas, buscando respuesta a sus necesidades y perdiendo la esperanza de aquello que se les ha ofrecido. En el fondo de éste témpano existen miles de otros ancianos viviendo, la mayor parte de ellos, en lugares inaccesibles, con poca posibilidad de llegar a servicios especializados por la distancia, el costo y la incertidumbre. Para ellos no hay CNS ni ninguna otra caja, puesto que éstas sólo funcionan en las ciudades.

Se estima que existen alrededor de 600.000 adultos mayores de 60 años en el país. De estos únicamente el 28% cuenta con seguro de salud en su calidad de jubilados o rentistas. Otro tanto podría estar afiliado al SSPAM, y el resto, o sea casi la mitad de los ancianos, no tiene ningún tipo de seguro.

Entre los múltiples errores de planificación y funcionamiento de este seguro, posiblemente el más alarmante es la falta de cumplimiento por parte del Estado en sus  compromisos financieros. La falta de cumplimiento de los gobiernos municipales en el aporte de su quota parte es un tema que merece profunda reflexión, puesto que ellos son ahora los más directos responsables de la salud de sus propias poblaciones, sin embargo, pareciera que no se han percatado de ello. No solo son los adultos mayores, son todos los grupos de edad; es la falta de medicamentos y de insumos, en suma, es el no funcionamiento adecuado de la red de servicios municipales lo que hace sentir el desorden sanitario que culmina en la sobrecarga de los hospitales de tercer nivel.

La implantación de la red de servicios debiera tener como grupo de prueba a los adultos mayores, de manera que el sistema atienda en todos los centros y hospitales, desde el primer, al segundo y tercer nivel. Si la atención es adecuada, cálida y oportuna, los de la tercera edad estarían prestos a hacerse fieles usuarios de sus servicios más cercanos,  sabiendo que éstos cuentan con el apoyo y supervisión de los servicios más especializados.

Por lo demás, resulta irónico que en cada crisis o por cualquier motivo se tenga que registrar nuevamente a los ancianos, fatigándolos con filas interminables siendo que se cuenta con los puntillosos registros biométricos de la Renta Dignidad, que debieran servir de base de datos para elaborar las listas de asegurados en cada municipio y para estimar la quota parte que se debe asignar a cada uno de ellos por las atenciones otorgadas. La presentación del carnet de esta renta podría ser la puerta de ingreso para su seguro de salud, que debe ser cálido y amigable antes que burocrático y tedioso.