viernes, 10 de enero de 2014

Sobre el libro Desarrollo y Salud del Dr. Torres Goitia


En agosto último tuve la oportunidad de encontrarme con el Dr. Javier Torres Goitia en ocasión de las II Jornadas Internacionales de Salud Pública, organizadas en la ciudad de Santa Cruz por la Sociedad Médica Cruceña de Salud Pública (SOMECRUSP). Fue una interesante ocasión para compartir y dialogar con Don Javier, quien continúa activo y lúcido como siempre. Como resultado de estas conversaciones fui obsequiado con un ejemplar de la Segunda Edición de su libro DESARROLLO Y SALUD: Historia de la medicina social y de la atención primaria de la salud. Edición que fue copatrocinada por la Universidad Mayor de San Andrés, la Universidad Andina Simón Bolívar y el Convenio Hipólito Unanue, del Organismo Andino de la Salud, cuyo Secretario Ejecutivo era, en ese entonces, Oscar Feo, un amigo común que escribe el Prefacio de la Primera Edición. En la Segunda Edición se hace notar la incorporación como co-autor de su hijo, Javier Torres Goitia Caballero.
 
Resulta tarea difícil analizar en pocas líneas una obra tan variada y compleja, que abarca casi 500 páginas de historia crítica y análisis de la evolución de la salud pública, principalmente en sus aspectos relacionados con la atención primaria de la salud. Sus diferentes capítulos son relatos históricos y conceptuales de esta evolución, siendo estos últimos los de mayor interés, porque le dan especificidad al trabajo desarrollado. Gran parte de la información que llamaremos histórica o documental puede ser hallada en las múltiples referencias que se encuentran al final del libro, donde priman las publicaciones de la OPS y la OMS. 

Entre estos temas conceptuales me referiré a dos principales. El concepto de Medicina Social y el de promoción de la salud como estrategia de intervención sobre los determinantes sociales de la salud, además de la relación entre ambos. 

En primer lugar salta a la vista la fuerte oposición adoptada por los autores en relación al positivismo y al funcionalismo y, por el contrario, su adscripción a la teoría dialéctica del marxismo en tanto filosofía y lógica de interpretación del proceso de transformación de la materia y la sociedad. Desde esta óptica filosófica hacen su aproximación e interpretación de la Medicina Social. 

Esto es congruente con el desarrollo general de la Medicina Social en Latinoamérica, que fue impulsada por grupos de pensadores marxistas más o menos ortodoxos, principalmente desde México, Ecuador y Brasil, en este último país con el nombre de Salud Colectiva. En Bolivia, los seguidores de la Medicina Social recibieron fuerte influencia del Ecuador, que tuvo su momento de pujanza y de declive. 

La Medicina Social se fundamenta en la aplicación de las ciencias sociales a la salud, que como campo conceptual está en desarrollo y articulada a las condiciones económicas y sociales, que son las determinantes sociales de la salud, cuyo tratamiento sería la base para promover la salud y, de cuyo entendimiento, emergería de manera incuestionable la responsabilidad social por la salud. 

De esta manera la Atención Primaria no puede ser entendida sin un compromiso con los contenidos sociales de la salud, dentro del proceso salud-enfermedad encarnado en el proceso económico-social y no como un proceso biológico aislado, basado principalmente en estrategias médicas.  

Con curiosidad entré al capítulo de los determinantes sociales de la salud donde comprobé que en gran media tomó prestado los resultados del trabajo de la Comisión de los Determinantes Sociales de la Salud, conformada por la OMS en 2005, que afirma que los determinantes sociales de la salud son la causa de muchas inequidades en materia de salud y de una gran parte del sufrimiento humano. Transcribe también las recomendaciones de la Comisión, que son tres: mejorar las condiciones de vida; luchar contra la distribución desigual del poder, del dinero y los recursos; y medir la magnitud del problema, analizarlo y evaluar los efectos de las intervenciones. El libro, finalmente hace suyo el desafío de la Comisión de subsanar las desigualdades en una generación, desafío a todas luces irrealizable y utópico,  puesto en posición de duda después de la emergencia de la última crisis mundial, que golpea principalmente en los países del norte: Europa y Estados Unidos. 

Para mi gusto, en estos últimos capítulos falta el enfoque crítico y filosófico con el que fue abordado el libro de manera inicial. Este enfoque de base marxista exige priorizar los determinantes sociales y no tratarlos a todos de manera igualitaria. Como los mismos autores señalan al comienzo, la determinante social por excelencia es la ubicación de cada clase social en los sistemas de producción, ubicación que otorga un papel verdaderamente determinante a los temas de la economía, principalmente los ingresos.  

No solo los seguidores del Informe Lalonde, del Canadá -citado repetidamente en el libro- que otorgaba preponderancia a los estilos de vida; al entorno ambiental; a la biología humana; y a los servicios asistenciales, invisibilizan y ecologizan la economía, sino que, gran parte de los seguidores de la corriente última de los determinantes sociales de la salud, ahora convertido en el discurso de moda, han mezclado los determinantes sociales y los han priorizado según su conveniencia, llegando incluso a olvidar la palabra “social”. De esta manera se han elaborado listas interminables de determinantes ambientales, culturales, geográficos, comunicacionales, biológicos y otros, que no han hecho más que hacer perder el contenido y el  verdadero enfoque de la Medicina Social, por lo tanto, su potencial influencia en el manejo de los determinantes. Percibo que esta falta de amarre entre los determinantes sociales priorizados y la Medicina Social es una de las falencias de estos últimos capítulos del libro en cuestión.

Más allá de estas naturales observaciones a un trabajo documental de tal envergadura, no podemos dejar de ponderar y reconocer el esfuerzo de conjuntar y articular la historia de la salud pública con una visión integradora y de  carácter social, que desde siempre es el  esfuerzo y el mayor reconocimiento que se le hace al Dr. Torres Goitia en su lucha por el derecho a la salud. Su libro es fruto de este esfuerzo  y se constituye en un documento de referencia fundamental para la salud pública boliviana.

 

jueves, 2 de enero de 2014

Salud es el Talón de Aquiles del Gobierno Departamental y Nacional


Alumnas de enfermería explican diferentes formas no hospitalarias
 de prevenir el chagas
En ocasión de la presentación del informe anual del Presidente Evo Morales en el Municipio de Entre Ríos, Chapare, los sectores sociales que participaron en el mismo, principalmente los cocaleros, manifestaron al Presidente que  los sectores de justicia y salud son los que presentan mayores deficiencias. El Presidente en actitud autocrítica reconoció que existe una deficiencia en el sector salud, "especialmente en Cochabamba”.

Evidentemente, en el país el sector salud es un conglomerado de sistemas que funcionan anárquicamente, sin atender de manera adecuada a sus poblaciones objetivo. La propuesta presidencial de realizar una cumbre donde se plantee una revolución en la salud pública no pudo ejecutarse en dos años y ha sido postergada de manera indefinida.  

Entretanto, hemos sido testigos de una serie de acontecimientos que son indicadores de esta deficiencia sanitaria. Hemos visto a los ancianos deambulando por asegurarse una atención permanente en algún centro hospitalario, dentro de lo que tiene establecido el Seguro de Salud para el Adulto Mayor (SSPAM), con resultados verdaderamente catastróficos. Se ha hablado repetidamente de las deudas municipales y de la baja inversión de los municipios en el sector salud, área que es permanentemente eludida como si no fuera responsabilidad de los gobiernos locales y departamentales. Como consecuencia, se tiene un sistema con baja capacidad resolutiva en el primer nivel de atención, pero, sobre todo, en el segundo nivel, que es casi inexistente. En Cochabamba existen varios hospitales diseñados y/o paralizados en su construcción. La deficiencia es notoria en equipamiento, insumos, infraestructura y recursos humanos. Todo esto configura un panorama desolador, principalmente para la gente de escasos recursos y para la que vive en el área rural. 

Ignorando este diagnóstico, la Asamblea Legislativa Departamental de Cochabamba ha aprobado una ley que recorta los recursos para la atención gratuita de pacientes de escasos recursos por un monto de 550 mil Bolivianos para la promoción turística del departamento en el Rally Automovilístico Internacional del Dakar, medida a todas luces desubicada y atentatoria contra la salud y la vida de nuestra población. Los asambleistas que tomaron la decisión, evidentemente, recurren  al eterno expediente de los gobiernos conservadores de menospreciar la salud por satisfacer otros menesteres o sectores, que en ningún caso serán más importantes que la salud.  Menos Turismo y, mucho menos,  una carrera de negativo impacto ambiental, que es salud de la Madre Tierra.  

En este sentido, el diagnóstico del Presidente me parece equivocado cuando dice que "si no cambiamos la mentalidad de los médicos, no servirá de nada implementar hospitales”. La salud es una integralidad que no se logra sólo con médicos  o con hospitales, requiere, primero, voluntad política, visión de los políticos para saber cómo se mejora la salud de la población y cómo se invierte en ello. Por esto, lo primero que se debe buscar es cambiar la mentalidad de los políticos, de esos asambleistas que prefieren el circo a la salud de la gente.