La OMS define la salud como el completo estado de bienestar físico, mental y social; y no simplemente como la ausencia de enfermedad. Es un concepto integral que tiene profunda relación con la calidad de vida de la gente, puesto que este bienestar se logra mejorando sus condiciones de vida, dotándole de bienes y servicios (económicos y sociales). La salud es, entonces, un producto social que podemos mejorar permanentemente con el esfuerzo de todos.
La mayor parte de nuestras ciudades y comunidades no son entornos favorables para la salud, ya sea por problemas ambientales, por carencia de servicios, infraestructura e higiene adecuada. Los entornos en los que gran cantidad de gente vive no son aptos para el desarrollo de sus actividades cotidianas. La urbanización trae aparejada cambios de conducta y de estilos de vida: se abandonan dietas alimentarias tradicionales, aumenta el sedentarismo y el consumo de sustancias dañinas para la salud, tales como el tabaco, alcohol y drogas. Aumenta la inseguridad en las calles, al tiempo que escasean los espacios para la expansión y la actividad física. Existe gran cantidad de información sobre lo inadecuado que puede ser para la salud el ambiente físico adverso, pero también el ambiente social y psicológico, principalmente para los grupos de población más vulnerables y sin atención. Las redes sociales se debilitan, así como los valores sociales. No existe una verdadera “cultura de la salud” o está en crisis. El crearla o fortalecerla requiere de nuevas formas de acción social, donde el gobierno local tiene un rol preponderante.
Gran parte de la atención de esta problemática es incumbencia de los gobiernos locales, cuya expresión más fidedigna es el Municipio. Su proximidad con la gente y su problemática permite afirmar que el Municipio puede y debe ser el principal motor de la creación de entornos favorables para la salud.
Los municipios, a través de la generación de políticas públicas locales y saludables, deben procurar que los espacios donde vive la gente sean en conjunto propicios y, en ningún caso, perjudiciales para la salud. Estas políticas son públicas, porque no sólo comprometen y movilizan a las autoridades, sino, también, al público, a la sociedad civil, que debe organizarse para cooperar en el logro de estos objetivos de mejora de sus condiciones de vida y de toma de decisiones positivas para su salud.
Se los denomina como “municipios saludables”, no necesariamente por sus reales condiciones o indicadores de salud y bienestar, sino por la fuerza política que expresa el gobierno municipal en su búsqueda de bienestar. En ese sentido, un municipio saludable se convierte en un ideal, una idea fuerza que permite avanzar en la búsqueda de bienestar. El municipio saludable es un “proceso de mejora” antes que un “punto de llegada”. Municipio saludable debe entenderse como una estrategia para establecer ganancias progresivas en salud, en un proceso dinámico y progresivo, antes que de “status” y de meta alcanzada. Esta forma de encarar la acción en los proyectos de Municipio Saludable, permite aplicar la estrategia en forma generalizada, en todos los municipios, aún sabiendo que existen grandes diferencias de calidad de vida entre ellos.
La agenda de trabajo de un municipio saludable debe orientarse hacia la búsqueda de cualidades precisas pero determinantes para la salud de la gente. Dada la situación de la mayor parte de los municipios latinoamericanos, las políticas priorizadas en los municipios tienen que ver con problemas ambientales que tienen relación estrecha con la salud de la población. Entre los temas ambientales dominantes que más se trabajan se encuentran la deficiencia en los sistemas de eliminación de basura, el déficit de agua segura, las deficiencias en los sistemas de eliminación de excretas y aguas servidas, espacios públicos, mercados, contaminación del aire, reducción de productos tóxicos, uso de pesticidas, mejora de la vivienda, áreas verdes, contaminación visual, espacios para la expansión, la cultura, la actividad física y otros.
Un otro grupo de políticas prioritarias se orientan a temas relacionados con los hábitos y las conductas de la gente. Entre ellos sobresalen los que tienen que ver con los accidentes de automóvil, drogadicciones, alcoholismo, tabaquismo, hábitos dietéticos, higiene, seguridad, violencia, vandalismo, prostitución, actividad física, deporte, arte, cultura, participación comunitaria y otros temas conexos.
También existen políticas municipales dirigidas a grupos de población específicos, ya sea por su importancia demográfica, por su vulnerabilidad o por la necesidad de integrarlos y hacerlos partícipes de la vida del vecindario. Los grupos que son objeto del mayor número de políticas son los niños, los jóvenes, las mujeres, los adultos mayores y los discapacitados.
Los Municipios Saludables constituyen proyectos movilizadores, que despiertan el interés de la gente, porque tienen que ver con lo más preciado que tiene en la vida: su salud. Los proyectos de Municipio Saludable ayudan a aumentar la comprensión de la comunidad sobre la importancia de preservar no sólo su salud, sino, también, de cuidar el ambiente, lo que incide en un incremento de sus responsabilidades ciudadanas. Su pertinencia es, además, histórica puesto que tiene estrecha relación con los procesos de descentralización y el fortalecimiento del gobierno local; refuerzan la democracia, al convocar la participación ciudadana y la democratización de las decisiones locales, lo que incide en la maduración ciudadana, expresada en su cada vez mayor exigencia de calidad de vida y respeto de sus derechos.
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Autor: Dr. Fernando Rocabado Quevedo (Artículo publicado en la revista Perú Alcaldías en julio 2004).