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Reserva de ocho años que provocó más expectativas que satisfacciones |
Suelo
asistir con Lorena, quien es mi mejor referencia como catadora, a las ferias del vino que se realizan en Cochabamba,
principalmente para captar algo del desarrollo de la industria del vino en
Bolivia, que es considerada como una industria sin chimeneas, de fuerte impacto
en algunas economías regionales como la tarijeña, donde se encuentra su
principal foco de desarrollo. Santa Cruz pareciera perfilarse como la segunda
región en un futuro cercano, aunque por el momento este lugar sigue ocupándolo
Camargo junto a sus valles aledaños.
En efecto,
en la feria las bodegas dominantes fueron las tarijeñas, principalmente por la
influencia de las más grandes y conocidas, ya con mercados y con clientes bien
ganados. Entre estas brillan por sus propios méritos Kohlberg, Concepción, Campos
de Solana y Aranjuez, que presentan diferentes productos varietales, reservas y
hasta uno que otro Gran Reserva o vino de altura Premium. La novedad fue la
botellita celeste de Kohlberg que en su etiqueta dice ser Blend, sin
especificar cuáles son las variedades que lo componen. Me imagino que es una
mezcla de todos los vinos sobrantes para dar con esta combinación, un poquito
superior a su vino clásico que se llama Fino Tinto. Recordemos que cada una de
las bodegas grandes tienen su clásico o, mejor, el vinito de mesa que los saca
de apuros. Generalmente es el más barato y el más consumido. Entre estos se
nota le preferencia del público por el clásico de mesa de Aranjuez, que lleva
el nombre de Terruño.
En la Feria
nos concentramos más bien en las bodegas medianas y en las pequeñas, que además
son las que más invitan para probar, las grandes son más tacañas. Casi todas
las pequeñas provenían de los valles de Camargo, a excepción de dos que
provenían de Cochabamba, para salvar el honor. En el momento de degustar nuestra
preferencia siempre es por los vinos secos. Lastimosamente la mayor parte de
las bodegas pequeñas producen vinos endulzados, llamados Oporto, o Abocados, si
son menos dulzones. En general son vinitos de baja calidad, con mucho azúcar
para ocultar sus deficiencias. Probablemente sean también los más vendidos
puesto que la cultura del vino en nuestro país se encuentra todavía dando sus
primeros pasos. En las reuniones o fiestas populares predominan los vinitos
dulces o azucarados.
Nos
impresionó mejor el vino seco de Santa Ana, la bodega de Sipe Sipe, que volvió
a reaparecer en la Feria y que es, sin lugar a dudas, la más grande del
Departamento, con productos pasables y baratos. No podemos decir lo mismo del
vino seco de la Bodega Marquéz de la Viña, de Vinto, que tiene más cáscara que
nueces. La folletería por ellos distribuida dice que su mejor producto es un
Cabernet Sauvignon Reserva 2013, de uvas producidas en el valle de
Cochabamba, y caldos criados en barricas
de “roble chileno”. Preferimos creer que
se trata de un error de edición antes que de un error de concepto, de lo
contrario, tendrían que aclararnos el lugar dónde se encuentran los viñedos
cochabambinos y el lugar de dónde procede el roble chileno. Lo que si, ya es
imperdonable, es que llame como Reserva a ese vino tierno, producido en 2013.
La susodicha propaganda nos obliga a pensar en la necesidad de normar mejor
nuestras apelaciones en Bolivia. No se puede llamar Reserva a cualquier cosa,
lo mismo aquí que en Tarija. La mejor definición de Reserva la tienen los
españoles, vino de 36 meses, de los cuales por lo menos 12 meses en barricas de
roble francés o americano.
De cualquier
manera, parece que el best seller de esta bodega es una botellita pequeña con
tapón de hojalata, de un vino rosado llamado Evita, que dice ser dulzón y
delicadamente gasificado. Por lo menos
en la Feria fue el más promocionado entre los jóvenes. No nos apetecía el
probarlo.
Si pretendo
calificar con un denominador común a los vinos secos de bodegas pequeñas y
tratando de no ser muy severo, diré que predominantemente son muy tiernos, un
tanto ácidos o metálicos, o cuando menos con sabores excesivamente tánicos. No
tengo en la memoria ninguno que me haya impresionado por su elegancia o
equilibrio. Tal vez he probado muy rápidamente una cantidad grande de estos
vinos, donde es más apreciada la calidad del trato de sus propietarios o
representantes que la calidad de sus mostos. Hay mucho camino por recorrer para
salvar la brecha entre los grandes productores y los pequeños.
Mi mayor
atención ha sido para los vinos nuevos de bodegas medianas. Estuve atento a la
presentación del vino 1750 que, finalmente y pese a estar anunciado, no
apareció. Este es un vino que ya lo he probado antes en Samaipata, de donde es
originario. Es un vino con grandes pretensiones y con un desarrollo lento pero
seguro, respaldado por sus 6 hectáreas de uva seleccionada y regada con micro
gota. Sus botellas no son baratas. Por lo mismo, es un vino que queríamos
degustarlo junto a los vinos de las otras bodegas en aparición, entre ellas la
más anunciada, la Bodega Sausini, que en su escaso recorrido ya exponía una
medalla de Plata en Sevilla 2011. Personalmente me gustó más su Merlot 2010 que
su Cabernet Sauvignon, aunque ambos son bastante equilibrados. Hacia delante, pareciera
que un vino Sausini puede recomendarse en cualquier mesa donde se pretenda
beber buen vino nacional. Ni qué decir de la ya prestigiada botella de
Magnus, bodega que se consolida en el
gusto de los amantes del buen vino año tras año. Esta vez aprecié sus dos bi
varietales, el Merlot-Cabernet 2008, y el Sirah-Cabernet 2009, ambos de gran
complejidad y mucho cuerpo. A la salida me acerqué al stand para comprar una
botella más de este último, pero no quedaba ninguna. El dependiente muy contento
me dijo que había vendido las 100 botellas que llevó esa noche.
Para
escuchar el concierto de los cantores chaqueños nos llevamos a la mesa un Casa
Grande, que nos impresionó por su etiqueta: Cabernet Sauvignon, Reserva del
2005. Por los años y la variedad parecía la mejor escogencia. No resultó así.
Le faltaba cuerpo, más color y más tanino. Un poco flaco para lo que esperábamos
después de tanta maduración. Pero pasó, con buena música y mejor compañía.