Por Fernando Rocabado Quevedo*
Con algún interés leí el titular de La Razón “Hay que descolonizar el estómago” referido
a un discurso (1) de
nuestro Vicepresidente, David Coquehuanca, durante un ampliado de la Federación
Departamental Túpac Katari y Bartolina Sisa, en El Alto. La lectura del
artículo me llamó aún más la atención por sus argumentos, había que
descolonizar el estómago, considerando que la comida mataba más que el COVID 19:
“Ellos quieren que hablemos del coronavirus, han muerto por coronavirus menos
de 10 millones; pero, hermanos, por la comida transgénica en el mundo han
muerto 18 millones de personas, y nadie dice nada de eso”, dijo de manera
contundente y contradictoria.
Cuando dice “ellos”, se refiere a fuerzas externas que
exageran con la importancia y con el número de muertos por el COVID 19, que no
llegó a 10 millones, cuando tenemos problemas con la comida chatarra, que el
confunde con la comida transgénica, que no son la misma cosa. Con su
afirmación, no solo vuelve a mostrar su desprecio y subestimación a la pandemia
más rápida en cuanto a contagiosidad de las últimas décadas; para ser exacto el
COVID mató 6.451.050 personas hasta el día de hoy (2) en cerca de dos años; se convirtió en
pocos meses en una pandemia, que está siendo frenada por el esfuerzo conjunto
de los científicos de diferentes especialidades de casi todo el mundo, lo que
quedará grabado en los anales de la salud pública universal. Sin embargo, no es
sobre el COVID que quiero centrarme, sino sobre el otro problema que saca a
relucir: la dieta moderna, llamada, también, dieta occidental.
Empiezo aclarando que los dos eventos no son comparables,
porque el COVID 19 es una enfermedad infecciosa, ahora claramente identificada y ya casi conocida en su
complejidad; en tanto que la “dieta” , con sus múltiples componentes, donde
puede incluir la comida chatarra y los transgénicos, son factores de riesgo,
que inducen a la enfermedad y a la muerte por otras causas: obesidad, diabetes,
hipertensión, enfermedades cardiovasculares, cánceres, enfermedades renales,
hepáticas, y muchas otras, cuya ocurrencia y forma de tratar es más compleja, son
enfermedades crónicas, no agudas como el COVID, y su gestación dura muchos años
y ha ido aumentando lentamente en el último medio siglo, lo que ha puesto en
atención a la salud pública que la considera prioridad junto con el tabaquismo,
el alcoholismo y el sedentarismo. Pertenece al grupo de factores de riesgo de
las enfermedades crónicas, que son el desafío futuro más grande la salud
pública mundial.
Según una última publicación de The Lancet (3), comer mal,
sea por poco de algunos alimentos o por mucho de otros, provoca 11 millones de
muertes en el mundo al año, de los cuales 10 millones son por enfermedades
cardiovasculares. O sea, de los 57 millones de muertes en el mundo, una de cada
cinco tiene relación con la dieta.
¿Pero cuál es esa dieta mala o desequilibrada que provoca
tanto daño? El
estudio que fue realizado en 195 países, nos dice que es mala una dieta baja en
frutas, vegetales, legumbres, granos integrales, nueces y semillas, leche,
fibra, calcio, ácidos grasos omega-3 de alimentos marinos, grasas
poliinsaturadas o alta en carne roja, carne procesada, bebidas azucaradas,
grasas trans y sodio (cuya principal fuente es la sal).
La disminución o carencia de esos alimentos está siendo
provocada o inducida por el proceso de industrialización de los alimentos, que
es un fenómeno global (4), pero con repercusiones ya notorias en nuestro país.
Los alimentos ultra procesados son el producto y el símbolo del actual modelo
de alimentación, que debemos descolonizar, según las orientaciones del Vice
Presidente. Pero la tarea no es nada sencilla. Requiere de políticas públicas
integrales, que van desde la producción de los alimentos hasta su consumo. Agarremos
el desafío del gobernante y volvamos a producir lo nuestro y comer la comida
casera a la que estamos acostumbrados. Esto significa ir a las causas.
La producción de alimentos que conforman nuestra canasta
básica, deberá concentrarse en los alimentos tradicionales, mismos que
requieren de políticas de apoyo y fomento, sino de subvención, por su poca
rentabilidad y la poca ganancia de los campesinos, hoy por hoy ahogados por el
contrabando. Sin embargo, el problema mayor viene de las comidas
industrializadas, producidas en el país o importadas, que son las que producen
la mayor cantidad de comida chatarra; las que vehiculan los alimentos más
dañinos, como son el azúcar, la sal, las grasas, amén de productos químicos para
mantenerlos en buen estado y apariencia, hablamos de saborizantes,
conservantes, edulcorantes, colorantes y otros similares. ¿Cómo se para esta
tendencia que es global y nos pisa los talones?
Primero, se debe tener claridad conceptual y científica
de lo que se quiere hacer. Segundo, tener las estrategias, las leyes, normas y
los organismos responsables para hacerlo. Cuarto, evaluar periódicamente la
marcha de nuestras políticas alimentarias de “descolonización gástrica”.
Una buena Dirección de Protección de Alimentos, en el
Ministerio de salud se impone, para controlar lo que se produce, lo que se
importa y lo que se vende en los mercados. Que sean alimentos inocuos,
regulados por un servicio efectivo de regulación, tipos mejorados de SENASAG e IBNORCA. No
puede ser que se siga vendiendo leche que no es leche, chocolate que no es
chocolate, o café granulado que no es café granulado, o que se siga inundando
el mercado con bebidas gaseosas, ricas solo en azúcares. A como van las cosas,
y con el dominio tecnológico de las grandes industrias, nos venderán alimentos ya
preparados, similares o más sabrosos que los tradicionales y, entonces, el
problema será casi imposible de parar, como es difícil de parar el consumo de
alcohol, que es parte de nuestra dieta festiva.
No es con discurso, ni con charlas educativas que se cambian los hábitos alimentarios, que, ya se ha demostrado, son los más difíciles de cambiar cuando se han sentado en la mesa de las familias, de lo contrario, háganse estudios sobre el avance del sobrepeso y la obesidad en los niños, así como hacíamos unos 40 años atrás estudios sobre su estado de desnutrición.
En la mayor parte de los países, se está peleando por un nuevo etiquetado en los alimentos, llamado “etiquetado frontal”, que muestra en buen tamaño los contenidos nocivos de los alimentos que el envase contiene. Será bueno que el Vicepresidente, acelere esta normativa, para que la gente esté bien orientada sobre el contenido exagerado de los alimentos nocivos que hemos enumerado. Estos no reemplazan a los etiquetados normados que cada alimento debe tener en su frontis, sino que los complementan. Esa sería una buena señal de que de verdad se quiere descolonizar la alimentación y hacerla más saludable.
Lógicamente que estas políticas deben ir acompañadas de
muchas otras de carácter restrictivo y educativo, tales como la acción
coordinada de la atención primaria de salud y las unidades educativas, el
control de los contenidos en desayunos escolares, en quioscos y meriendas
escolares, en los clubes de madres y en medios de comunicación masivos. La
pelea se avizora larga y difícil, pero es la única manera de poder retomar
nuestras comidas tradicionales, de manera que cuando alguien salga a comer, en
cualquier ciudad o pueblo, pueda tener acceso a un buen preparado de quinoa o
un chairo, y no esté presionado a comer salchichas baratas o los pollos a la
broaster que ahora se propalan y se consumen varias veces a la semana.
Esperemos, con esperanza, que la nueva estrategia trazada
por el Vicepresidente se cumpla, aunque sea en sus pasos iniciales.
Referencias.-
1) Choquehuanca
afirma que hay que ‘descolonizar el estómago’ y evitar comida ‘chatarra’. https://www.la-razon.com/nacional/2022/08/12/choquehuanca-afirma-que-hay-que-descolonizar-el-estomago-y-evitar-comida-chatarra/
2) Our World in Data.
https://ourworldindata.org/explorers/coronavirus-data-explorer
3) The Lancet: Globally, 1 in 5 deaths
are associated with poor diet. https://www.eurekalert.org/news-releases/494822
4) Malnutrición
y ultraprocesados o cambiar el mundo para cambiar la alimentación. https://agenciatierraviva.com.ar/malnutricion-y-ultraprocesados-o-cambiar-el-mundo-para-cambiar-la-alimentacion/?fbclid=IwAR1TOQdiU_5bBffP_sd5KNPny0VJgG08UINaJbD_A_-1AOStZn49gYy6pQo
5)
Etiquetado frontal. https://www.paho.org/es/temas/etiquetado-frontal