El primer principio de la justicia es que quien comete una falta contra el orden establecido debe pagar su culpa, ley en mano. En los últimos días han salido a luz muchos artículos contra la justicia comunitaria y clamando por una justicia real y racional, cuyo instrumento son los mecanismos establecidos por ley y que dan funcionalidad a uno de los poderes del Estado.
La idea pareciera exacta y ecuánime, sino se acompañara de ese olvido intencional, de los que siempre sustentaron el poder, sobre las omisiones de ésta justicia, tan aclamada y ten venida a menos.
Desde que tengo uso de la razón he visto que los terroristas de izquierda, casi siempre han pagado sus culpas, con la cárcel o con sus vidas. Me vienen a la memoria nombres como los de Adolfo Quiroga Bonadona, Adolfo Huici, Antonio Figueroa y otros, amigos de juventud, que fueron fusilados por tomar las armas y haber puesto dinamita a la draga de Teoponte, sin ningún juicio sumario y más bien, muy parecido a la tan temida justicia comunitaria.
Todos los terroristas y foquistas de antes y después de estos hechos pagaron sus alzamientos. No se escapa de este sino, ni el Mallku Felipe Quispe, ni el mismo García Linera, que purgaron sus travesuras con algunos añitos de cárcel. Lo que me parece bien, porque no comparto la teoría del foco ni hacer política utilizando el terrorismo como instrumento. Soy un ferviente creyente de la necesidad de organización y de la movilización de las masas, para avanzar en la búsqueda de justicia y equidad.
Por eso aplaudí la vez que, en una operación de película, técnicamente impecable, hasta con nombre bonito, el de las ruinas de Chavín de Huántar, el hoy defenestrado y condenado, Alberto Fujimori, acabó con el grupo terrorista del MRTA, en el que se encontraban algunos de los secuestradores de Doria Medina. El Chino no tenía miramientos ni respingos con los terroristas, amén de tener su propia concepción de justicia. Ella ayudó a vengar y zanjar éste y otros secuestros por la vía rápida, más rápida que la vía de la justicia comunitaria, si de velocidad de eliminación se trata. Y ojo que en el Perú también he visto quemados y linchados, aun en la propia Lima, y sin nueva Constitución vigente para votar.
Pero, volviendo al tema inicial. Pareciera que la tortilla se volcó, como cantaba y auguraba un Aulalibrista que ahora, ubicuamente, canta el himno de la Falange (Curahuara de Carangas palomitay….); la tortilla se volcó y los terroristas actuales son empresarios y cívicos mal entretenidos, algunos de los cuales ya comenzaron a cantar la manera en que colocaron la dinamita en el gaseoducto de Transredes y los otros se ocultan por miedo a enfrentarse con su pecado, pecado muy grande en un país pobre y necesitado de su gas para sobrevivir.
Qué paradoja. Me ha hecho pensar tanto, en estos últimos días, sobre lo curiosa que es la historia: los eternos juzgadores y castigadores ahora temen su propio castigo. Por esto, yo, como antiterrorista confeso y militante, estoy de acuerdo y afirmo que “si la hicieron la deben pagar”, ya sea por la justicia occidental o, si falla, por la comunitaria.