sábado, 25 de abril de 2009

CORRUPCION TRANSNACIONAL, PLURICULTURAL E INTERPARTIDARIA




La corrupción es un fenómeno generalizado y no exclusivo de los países pobres, aunque en estos es más insultante, visto de fuera, pero adaptado y socapado en muchas sociedades, visto de adentro.

La crisis financiera hizo saltar a la vista varios casos de corrupción impresionante en los Estados Unidos, que por sus montos, son inimaginables en nuestros países. El caso del distinguido broker Bernard Madoff, cuya estafa por encima de los 50.000 millones de dólares fue uno de los últimos escándalos financieros que salieron a la luz después de desatada la crisis, caracterizada por mostrar las flaquezas regulatorias del sistema financiero americano. La "gran mentira", de quien llegó a ser presidente de la Bolsa electrónica Nasdaq, consistía en hacer pagar a los últimos inversores en la red los intereses de los que ya están dentro de ella (como el caso Arévalo, en Bolivia?). El caso es ejemplificador de lo que ocurre dentro de los mecanismos de ese poderoso sistema.

El caso ENRON es también célebre, y las pesadas condenas que penden sobre sus ejecutivos muestran el grado de corrupción financiera en la primera potencia mundial.

Muchos otros ejemplos se podrían señalar de esto que llamo la corrupción transnacional, que tiene sus proyecciones y nexos con la corrupción nativa, en nuestros países. El último escándalo por corrupción en Bolivia me hizo pensar en las diferentes conexiones o niveles que puede generar. En la maraña de nombres llama la atención el de Catler Uniservice, en Inglés, una empresa transnacional que ofrece “las mejores soluciones para nuestras necesidades en materia de energía”. Como una de nuestras necesidades es construir una planta petrolera, para industrializar el gas natural, extraerle las sustancias licuables, se le adjudicó la construcción de la planta, en Río Grande, por 86,3 millones de dólares, financiados totalmente por el Estado. Catler Uniservice que, para ese propósito ya era una empresa de capitales externos y bolivianos, sufrió la pérdida de su directivo, Jorge O’Connor D’Arlach Taborga, quien fue asesinado al tiempo de robarle 450.000 dólares, el martes 27 de enero, en el zaguán de la casa de un pariente del Presidente de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), Santos Ramírez, destapando de esta manera un nuevo y gran escándalo de corrupción. Según la prensa, el dinero robado era una coima para Santos Ramírez, quien ahora se encuentra preso, acusado de “corrupción” y “daño económico al Estado” y yo añadiría, daño moral, irrecuperable, al gobierno del “cambio”.

Lo curioso del caso es que existe una mezcolanza de apellidos de diferente origen: irlandés, español y aymará; recordemos que a consecuencia del mismo escándalo, cayó el Superintendente de Hidrocarburos, de apellido Aruquipa, es decir, nada menos que el encargado de fiscalizar la gestión del manejo de YPFB. A esto yo le llamo corrupción pluricultural, porque atraviesa todas las culturas y todos los segmentos de nuestra estratificada sociedad.

Si profundizamos en esta red de corrupción veremos que también es interpartidaria, porque, con seguridad, sus actores son militantes de diferentes partidos, en la amplia gama que va de la izquierda a la derecha. Actualmente, los que están presos son del MAS, aunque debieran estar todos los implicados, sin importar el color partidario.

Esta curiosa mixtura no hace más que recordarnos la omnipresencia de un fenómeno tan grave como dañino, cual es la corrupción, sobre la que se ha escrito mucho en los últimos días, a raíz de éste caso y de otro, donde el implicado es el yerno del General Banzer, que se encuentra en calidad de prófugo.

La corrupción como el narcotráfico contaminan y oxidan no solo el sistema político sino, y principalmente, el sistema de valores de nuestra sociedad, que naturaliza el fenómeno y convierte en botín el aparato del Estado. Cada quien espera su turno para aprovechar la oportunidad, el que no lo hace, es un tonto que no aprovechó su momento.

Las recetas no son fáciles para remediar un fenómeno tan generalizado. En la coyuntura, sólo me queda exigir que el gobierno cumpla y castigue con severidad extrema a corruptores y corrompidos, para dar un paso adelante en la rectificación de nuestros valores. Aplicar la ley no solo con los del caso Santos Ramírez, sino con todos los que fueron descubiertos antes, usen corbata o no, tengan encubridores o no…..sería un primer paso, que caería como un ungüento en la curtida piel del país.