lunes, 23 de agosto de 2010

De médicos y otros anticuchos

Anticucho, rica brocheta hecha de puro
corazón

Transcribo a continuación  mi repuesta a un artículo aparecido en la prensa nacional (ver más abajo) que se intitulaba "Médicos y medicuchos". El artículo en cuestión me pareció ofensivo para mi gremio, razón por la que escribí esta respuesta, con el título que aparece arriba:
Los médicos hemos sido siempre objeto de ataques y críticas desde tiempos inmemoriales, desde que éramos parientes de los curas y chamanes, hasta ahora, época del tremendo conocimiento médico científico, no el exiguo, como lo afirma el Sr. Arias, sino uno de los conocimientos más grandes y difíciles de acumular en una sola cabeza, a pesar de los doce y más años de estudio que un Urólogo como el de marras, debe dedicarle a su profesión. Resulta imposible juntar todo ese cúmulo de datos, pero la gran parte de los que profesamos la más noble de las profesiones le entramos sin temor y con esfuerzo diario.

Las otras profesiones no tienen el mismo problema. Nadie se fija, por ejemplo, en el conocimiento acumulado por un periodista o un comunicador, que en cinco años de rápida carrera ya quiere dictar cátedra sobre cómo debe educarse a los médicos, sin ver la viga en su propio ojo. Se han inflado tanto los comunicadores que ahora se hacen llamar el cuarto poder, sin que nadie certifique que de verdad puedan o no.

En estas profesiones (las llamaremos especulativas) se contentan con leer el periódico todos los dias y picar contra todo lo que se mueve, la mayor parte de las veces con artículos de bajo contenido ético, y con casi nada de científico. Será bueno, entonces, que los que manejan ciencia se metan a corregir sus falencias en materia científica, y los que manejan gramática se metan a corregir sus fallas en materia gramatical.

Otra es la materia ética y la de las conductas individuales, que no creo que provengan siempre de la curricula de la facultad de medicina, lo mismo que la sensibilidad. Creo que la familia tiene un rol más importante en la creación de la llamada sensibilidad social, que todos los profesionales debiéramos tener. Pero no es así. Cómo se mide la sensibilidad de un periodista?. Por las lagrimas que derrama en sus artículos?. No lo creo, pero tengo la certeza de que muchos de ellos carecen no sólo de sensibilidad, sino también de decencia y ética. Cuántos de ellos escriben de verdad de acuerdo a sus pensamientos? Hemos visto, en las páginas de los periódicos, el mayor tráfico de influencias y los mayores transfugios. Antiguos periodistas izquierditas ahora son los más recalcitrantes derechistas. Muchos que parecían militantes antiimperialistas ahora son sumisos escribanos del imperio. Muchos recalcitrantes antineoliberales ahora escriben para el primer postor con plata.

Por todo esto, tengo el derecho de decir que existen periodistas y periodistuchos?. No lo creo. Me sentiría mal haciendo ese tipo de generalizaciones. Respeto esa profesión y, pese a sus fallas y sus malos periodistas, creo que son un aporte para la sociedad. Sería peligroso y hasta denigrante generalizar y dividirlos entre los blancos y los negros, entre los buenos y los malos. El conjunto es más complejo que todo eso.

En vez de escribir contra los llamados "medicuchos", no sería mejor identificarlos y denunciarlos?. Porqué se escriben artículos hirientes contra grupos de profesionales, en vez de poner los puntos sobre las ies y escribir el nombre y apellido de aquel que hace mala práctica?. Dentro de nuestro sistema de control profesional, sin duda el más estricto y avanzado de todas las profesiones, tenemos los mecanismos para juzgar y, cuando es el caso, castigar, la mala praxis. Las denuncias, Sr. Arias, no se deben hacer en general, se deben hacer con nombre y apellido y, si el caso merece, su crítica y tratamiento servirá para sacar conclusiones provechosas para todo el gremio. Y tal vez para todos los gremios.....donde también se cuecen anticuchos.



Artículo que incitó a la respuesta: Médicos y medicuchos
De: ivan arias duran ivanariasduran@hotmail.com


Que en Bolivia tenemos excelentes médicos, a no dudarlo, me consta ya que en varias oportunidades he sido sanado y salvado por la mano prodigiosa de estas personas que desde los albores de la humanidad (pasando por el chamanismo hasta el más exiguo conocimiento científico actual) han contribuido a que tengamos una mayor y mejor vida. Mis honores y agradecimientos a estas mujeres y hombres que día a día cumplen los nueve preceptos del juramento hipocrático resumidos en estos tres: “A cualquier casa que entre, iré por el beneficio de los enfermos, absteniéndome de todo error voluntario y corrupción, y de lascivia con las mujeres u hombres libres o esclavos. Guardaré silencio sobre todo aquello que en mi profesión, o fuera de ella, oiga o vea en la vida de los hombres que no deban ser públicos, manteniendo estas cosas de manera que no se pueda hablar de ellas. Ahora, si cumplo este juramento y no lo quebranto, que los frutos de la vida y el arte sean míos, que sea siempre honrado por todos los hombres y que lo contrario me ocurra si lo quebranto y soy perjuro”

Sin embargo, existen cientos de médicos que no merecen ser llamados tal, sin o medicuchos: traficantes de la salud, mercaderes de la vida de las personas. Quien no ha tenido alguna mala experiencia con estos mediquillos de quinta que uno no sabe quien les ha dado atribuciones para permitir el ejercicio de la medicina? Y es que una de las raíces del mal parte desde las universidades que deberían mejorar su curricula científica y tener estrictos estándares al momento de graduar a estos profesionales en quienes los ciudadanos depositamos nuestra vida ya sea de forma preventiva o curativa.

La formación de los galenos bolivianos necesita serios ajustes tanto en lo científico (los requisitos para abrir la carrera de medicina deberían ser muy estrictos) como en lo humano. Y es en este punto, el del trato humano, que nuestros médicos deberían ser obligados a formarse antes de ejercer la profesión. El trato que dispensan a los pacientes es pésimo. Uno va con dolor de cabeza y sale con ataque al corazón porque algunos médicos tratan la paciente con la punta del zapato: soberbios, fríos y despreciativos. El otro día, me cuenta un amigo, fue a una consulta al urólogo de su seguro privado. El mediquillo que le atendió, ya que no pudo ir donde su médico de cabecera en estos asuntos, es de los típicos individuos que se creen con el derecho de maltratar a los pacientes que ponen sus partes intimas en sus manos: “a qué ha venido!?, qué le molesta?" -preguntaba en un tono despectivo el medicucho. “Póngase de pie, bájese el pantalón!”. Luego de auscultarle con la rapidez de un rayo, el mediquilllo se sienta en su escritorio y comienza a redactar la receta, sin decirle qué padece el enfermo. Cuando mi amigo pregunta las razones del recetario, que como siempre está escrito en una letra que solo entienden los medicuchos, el individuo lanza una serie de diagnósticos ofensivos que sacan de quicio a mi amigo pidiéndole que modere su lenguaje a lo que el galenillo responde echándolo del consultorio:” no lo voy atender más, salga de mi consultorio!”. Ahí se produjo un altercado entre paciente y mediquillo.” Qué puedes hacer cuando un medico te echa de su consultorio y se niega a atenderte?” me dice mi amigo: “Salirte e irte con la impotencia entre las piernas…imagínate si esto pasa en un seguro privado, como será en el seguro publico!”

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