viernes, 7 de junio de 2013

La desfalleciente cumbre de la salud


Hace más de un año el Presidente Evo Morales lanzó una rimbombante convocatoria para la realización de una cumbre nacional destinada a debatir la revolución de la salud pública en Bolivia. Lo hacía como reacción a su fallido intento de aplicar el decreto 1126, mediante el cual pretendía reponer las 8 horas de trabajo para los médicos y los trabajadores de la salud, sin hacer, correlativamente, un justo aumento salarial. En ese momento, creímos que el gobierno ya no se contentaría con aumentar las horas de trabajo de los médicos, sino que buscaría cambiar totalmente la salud en el país. El anuncio, sin lugar a dudas, despertó mucha expectativa y esperanza, toda vez que el sector salud es uno de los lados flacos del estado plurinacional y, sin duda, la salud es una de las falencias mayores de la población, que tiene de los peores indicadores en la región.

El Presidente, prácticamente ordenó a sus subordinados a realizar la I Cumbre para la Revolución de la Salud Pública en julio del 2012. Un año después no se tiene ni fecha para su realización. La inoperancia de sus mandos medios, la anarquía que imprimen los sectores involucrados, el carácter burocrático y administrativo de su proceso de organización, la falta de objetivos políticos claros y socializados, no han permitido la realización de la cumbre y, como van las cosas, su proceso de gestación llevará a un inevitable fracaso o a la obtención de resultados anémicos. 

Este proceso que debía estar signado por la acumulación de fuerzas, concentración de voluntades y objetivos, se ha caracterizado, más bien, por la dispersión y el boicot de sus resultados. Es difícil percibir cuáles son los objetivos principales de la cumbre y cuáles son los aliados del gobierno que estarían dispuestos a fajarse por ellos. 

La ampulosa convocatoria para la Cumbre lanzada por el Ministerio de Salud y Deportes más parece el índice de su actual programa de gobierno, en el cuál no se percibe la fuerza del objetivo supremo ni las estrategias más importantes para lograrlo. Sin duda este objetivo es la construcción del nuevo sistema de salud, universal y gratuito, mismo que no está inscrito en los ejes temáticos de la discusión previa, la que debía realizarse en cada uno de los departamentos. Los ejes temáticos de la convocatoria tienen demasiada dosis técnica, con exagerado detalle para lograr consenso con relación al sistema único. Por ese camino la discusión se irá por las ramas y no se logrará nunca el consenso que se pretende para universalizar la salud. 

Los que parecen beneficiarios y los que son los actuales ofertores de la salud, son los primeros en echar piedras y cerrar el camino hacia la medicina socializada. Más o menos lo que pasa con el actual sistema de pensiones, donde, como lo expresa el propio gobierno, los intereses de unos cuantos sectores sociales se vuelcan contra los intereses de las mayorías, las más pobres y no corporativizadas. Con el Sistema Único de Salud ocurre otro tanto porque más priman los intereses de grupo, de sindicato o de corporación y nadie está dispuesto a ceder nada de su parte para lograr la ansiada equidad en salud.
 
De esta manera, la discusión central hacia la cumbre y en ella, debiera girar principalmente sobre el sistema universal de salud que queremos (si es que lo queremos) y cuáles serán las estrategias para lograrlo. Cómo haremos para unificar el sistema tan fraccionado e insuficiente para dar cobertura a toda la población y cuáles serán los recursos que moveremos para cumplir con las metas trazadas. 

No solo se ha perdido un año para concretar la “revolución en salud”; en realidad se han perdido siete años, la mayor parte en divagaciones parecidas, olvidando que las grandes decisiones son políticas y programáticas, y deben lanzarse cuando la correlación de fuerzas lo permite. A un año de las elecciones nacionales, con cientos de conflictos en marcha, parece irrealizable la desfalleciente cumbre y, lo que es peor, parecen inalcanzables sus posibles resultados.

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