Considero que la mejor manera de adquirir un cuadro es a través del trato directo con el pintor, después de haber conocido sus motivaciones y explicaciones sobre su técnica, puesto que cada artista tiene sus propias innovaciones técnicas y sus fortalezas con respecto de ellas. Es así que, al poco tiempo de llegar al Perú conocí al pintor Orlando Ocampo, el Negro Ocampo, de buena verba y profundos conocimientos teóricos sobre el arte de la pintura. Me agradó mucho conocerlo y conversar con él. Al final de nuestras entrevistas le hice una pregunta intencionada, para introducirme un tanto en el mundo de la pintura peruana: ¿A tu juicio cuales son los mejores pintores peruanos de la actualidad? Entonces, como si le hubiese dado cuerda, el Negro Ocampo me citó una docena de pintores, pero, me dijo, el mejor de todos, en este momento, es Francisco Izquierdo. Es un Maestro a quien venimos de hacerle un homenaje, en julio de 2002, entre los pintores que nos consideramos sus amigos o discípulos. Estuvimos - dijo Ocampo- Bruno Portuguéz, Alberto Ostoloza, Oscar Corcuera, Julio Carmona, Fanny Palacios, Antonia Tintaya, Ever Arrascue, Diana Mendoza, Yorik, y otros 20 pintores reconocidos, homenajeando al Maestro y amigo, en la Galería Rembrandt, en San Isidro, barrio en el que no siempre tuvo pisada firme este pintor radical.
Interesado por el relato y la fuerza de las convicciones de Ocampo, pedí el teléfono de Izquierdo y un contacto para visitarlo. El contacto era su hija Anita, con quien establecí la cita en un domingo de fin del 2002 en la casa del pintor, en Huachipa, donde vivía pobremente, en una especie de doble encierro, por un lado, su casa, ubicada frente a un cerro inexpugnable, y, por otro, su sordera avanzada, que le dificultaba la comunicación con el mundo externo.
Nos recibió, a mi esposa Lorena y a mí, con amabilidad y locuacidad extremas, que denotaban alegría de vivir y conocer gente nueva y amiga. Nos mostró su obra en fotos, habló de sus recuerdos y de su próxima exposición, a la que nos invitó. Nos mostró el esbozo de un cuadro que dijo sería uno de los principales de la muestra, por su fuerza y expresión. Era el cuerpo de un minero muerto en accidente dentro de una mina en el momento de ser extraído de ella por sus compañeros de trabajo. En principio nos interesó la temática, aunque acordamos verlo con más detenimiento en la exposición.
A la saga, esa sería su última exposición. Fue en la casa de Mariátegui, personaje caro para él, a quien se sentía ligado, por sus ideas y por sus luchas de toda la vida. En la sala principal, en lo que fue el escritorio de Mariátegui, está expuesto el retrato que Izquierdo le hizo, con admiración y cariño. Un retrato impresionante, que suele aparecer en algunas publicaciones dedicadas al gran peruano.
A decir verdad, la exposición, que tenía una decena de cuadros, no estaba bien organizada. Poca publicidad y mal manejo de catálogos y presentaciones. La presentación escrita por su “manager” y curadora (su hija Anita) era un mal discurso dedicado a la Presencia Obrera, como se llamaba la exposición. Exceso discursivo obrerista y poca referencia al arte del pintor, que podía ser mejor aprovechado, incluso para resaltar su contenido obrero. De cualquier manera, salí con tres cuadros bajo el brazo: Olla común, El menú, y Campesina, mismos que me acompañan desde entonces. No adquirí el Accidente minero, por encontrar que su temática era muy fuerte para exponerlo en algún salón de mi casa. Comentamos, con Lorena, que tal vez, su lugar era la sala de algún sindicato o de la federación de mineros.
Con toda esa carga pictórica de Francisco izquierdo en mi hogar, continuamos visitándolo. Lo veíamos algunos domingos. Dejábamos que hablara y comentara sus obras. Acordábamos alguna compra o un proyecto nuevo, le consultábamos verbalmente y, cuando no entendía, se lo poníamos por escrito. Así llegamos a adquirir tres cuadros más, que los compartimos con ustedes de manera adjunta.
Son cuadros bellos, que nunca dejan de llamar la atención de quien los observa. Tienen el estilo de Francisco Izquierdo, quien ha sido catalogado por casi todos sus críticos como un pintor realista, de corte social. Yo Añadiría que su realismo no es una copia o representación simple de la naturaleza o de los hechos. Es más bien un realismo moderno, más emparentado con el impresionismo y el postimpresionismo. No ocultaba su admiración por Van Gogh, de quien hacía copias o sobre quien hizo pinturas, como ese hermoso cuadro que llamó “Van Gogh, en su cuarto, con su hermano Theo”, donde colocó la imagen del pintor holandés y la de su hermano, teniendo como entorno su famoso cuarto en Arlés. Muchos otros cuadros de Izquierdo tienen reminiscencias Van Goghcianas; en su última exposición el cuadro Obreras del Oro, traía a la memoria los campos de cebada pintados por Van Gogh.
Como todo maestro, Izquierdo, no elude dibujar o pintar las caras o las manos de sus personajes. Combina caras de frente, en dos o tres dimensiones, con otras de una sola dimensión, que parecen pegadas como estampillas, generalmente circundadas con una línea más oscura. Pinta caras y personajes en grupos. Le gusta pintar grupos, grupos de obreros, grupos de campesinos, o grupos de gentes comunes y corrientes, gentes del pueblo, para quienes va dedicada toda su obra y toda su energía de pintor mal reconocido. No se detiene en hacer líneas perfectas, sino en darles expresión, de hambre, de angustia, desesperanza o miedo. Esa es su temática. Expresada con colores vivos y variados. Tiene dominio de los colores complementarios y juega con ellos, a partir de un fondo escogido según la temática. Son los cielos de Izquierdo, variados, fuertes y casi nunca del mismo tono o color. Pinta cielos rojos, negros, violáceos, azulados y hasta verdosos, según el tono o el mensaje que quiere dejar. Allí está el cielo rojo de Éxodo, un cuadro que pintó para mí, por encargo, y que expresa el sufrimiento y la fuga de campesinos de Ayacucho, escapando de la guerra en tiempos de Sendero Luminoso. Es un cuadro impresionante, actualmente en poder de Pepe Moya, un ayacuchano de verdad, a quien se lo transferí, porque pensé que era una manera de devolver la pintura a su lugar de origen. Mucha de la obra de Izquierdo salió del Perú, como el mismo me lo confió.
Izquierdo estaba impresionado con la belleza y el carácter de Lorena, a quien le pidió hacerle un retrato. Si mis cálculos no son errados, ese fue el último retrato hecho por el maestro. Lo hizo en unas tres sesiones, con colores verdosos, claros y suaves, que le dan una expresión de ternura y paz, muy bien logrados, por quien se notaba cada vez más delicado de salud.
Dejamos de verlo desde entonces y unos meses más tarde nos enteramos que estaba muy enfermo y que había sido internado en un hospital del seguro social. Sus amigos, la mayor parte artistas, organizaron una cena para recaudar fondos, a la que fuimos invitados. En julio del 2006 salimos del Perú, y al tiempo nos enteramos de su muerte prematura en diciembre del 2007. Su cuadro patológico, caracterizado por grave insuficiencia de irrigación cerebral, lo había llevado a la tumba, después de golpear sus facultades más preciosas, aquellas que, precisamente, habían aguzado su gran sensibilidad de artista. Izquierdo murió en la pobreza y con el reconocimiento de su círculo más íntimo de amigos y discípulos. Es probable que el reconocimiento del público y de la crítica venga, como siempre, más tarde, No sería el único caso. Como él mismo decía, “ahora todos aparecen como amigos de Humareda, lo que no es verdad, porque cuando él vivía casi todos lo despreciaron y marginaron…”. Esperamos que también el Maestro Izquierdo encuentre el reconocimiento póstumo que se merece.
Cuadro 1: Olla común
Cuadro 2: Leyendo en coca
Cuadro 3: El menú
Cuadro 4: Campesina
Cuadro 5: Lorena
Interesado por el relato y la fuerza de las convicciones de Ocampo, pedí el teléfono de Izquierdo y un contacto para visitarlo. El contacto era su hija Anita, con quien establecí la cita en un domingo de fin del 2002 en la casa del pintor, en Huachipa, donde vivía pobremente, en una especie de doble encierro, por un lado, su casa, ubicada frente a un cerro inexpugnable, y, por otro, su sordera avanzada, que le dificultaba la comunicación con el mundo externo.
Nos recibió, a mi esposa Lorena y a mí, con amabilidad y locuacidad extremas, que denotaban alegría de vivir y conocer gente nueva y amiga. Nos mostró su obra en fotos, habló de sus recuerdos y de su próxima exposición, a la que nos invitó. Nos mostró el esbozo de un cuadro que dijo sería uno de los principales de la muestra, por su fuerza y expresión. Era el cuerpo de un minero muerto en accidente dentro de una mina en el momento de ser extraído de ella por sus compañeros de trabajo. En principio nos interesó la temática, aunque acordamos verlo con más detenimiento en la exposición.
A la saga, esa sería su última exposición. Fue en la casa de Mariátegui, personaje caro para él, a quien se sentía ligado, por sus ideas y por sus luchas de toda la vida. En la sala principal, en lo que fue el escritorio de Mariátegui, está expuesto el retrato que Izquierdo le hizo, con admiración y cariño. Un retrato impresionante, que suele aparecer en algunas publicaciones dedicadas al gran peruano.
A decir verdad, la exposición, que tenía una decena de cuadros, no estaba bien organizada. Poca publicidad y mal manejo de catálogos y presentaciones. La presentación escrita por su “manager” y curadora (su hija Anita) era un mal discurso dedicado a la Presencia Obrera, como se llamaba la exposición. Exceso discursivo obrerista y poca referencia al arte del pintor, que podía ser mejor aprovechado, incluso para resaltar su contenido obrero. De cualquier manera, salí con tres cuadros bajo el brazo: Olla común, El menú, y Campesina, mismos que me acompañan desde entonces. No adquirí el Accidente minero, por encontrar que su temática era muy fuerte para exponerlo en algún salón de mi casa. Comentamos, con Lorena, que tal vez, su lugar era la sala de algún sindicato o de la federación de mineros.
Con toda esa carga pictórica de Francisco izquierdo en mi hogar, continuamos visitándolo. Lo veíamos algunos domingos. Dejábamos que hablara y comentara sus obras. Acordábamos alguna compra o un proyecto nuevo, le consultábamos verbalmente y, cuando no entendía, se lo poníamos por escrito. Así llegamos a adquirir tres cuadros más, que los compartimos con ustedes de manera adjunta.
Son cuadros bellos, que nunca dejan de llamar la atención de quien los observa. Tienen el estilo de Francisco Izquierdo, quien ha sido catalogado por casi todos sus críticos como un pintor realista, de corte social. Yo Añadiría que su realismo no es una copia o representación simple de la naturaleza o de los hechos. Es más bien un realismo moderno, más emparentado con el impresionismo y el postimpresionismo. No ocultaba su admiración por Van Gogh, de quien hacía copias o sobre quien hizo pinturas, como ese hermoso cuadro que llamó “Van Gogh, en su cuarto, con su hermano Theo”, donde colocó la imagen del pintor holandés y la de su hermano, teniendo como entorno su famoso cuarto en Arlés. Muchos otros cuadros de Izquierdo tienen reminiscencias Van Goghcianas; en su última exposición el cuadro Obreras del Oro, traía a la memoria los campos de cebada pintados por Van Gogh.
Como todo maestro, Izquierdo, no elude dibujar o pintar las caras o las manos de sus personajes. Combina caras de frente, en dos o tres dimensiones, con otras de una sola dimensión, que parecen pegadas como estampillas, generalmente circundadas con una línea más oscura. Pinta caras y personajes en grupos. Le gusta pintar grupos, grupos de obreros, grupos de campesinos, o grupos de gentes comunes y corrientes, gentes del pueblo, para quienes va dedicada toda su obra y toda su energía de pintor mal reconocido. No se detiene en hacer líneas perfectas, sino en darles expresión, de hambre, de angustia, desesperanza o miedo. Esa es su temática. Expresada con colores vivos y variados. Tiene dominio de los colores complementarios y juega con ellos, a partir de un fondo escogido según la temática. Son los cielos de Izquierdo, variados, fuertes y casi nunca del mismo tono o color. Pinta cielos rojos, negros, violáceos, azulados y hasta verdosos, según el tono o el mensaje que quiere dejar. Allí está el cielo rojo de Éxodo, un cuadro que pintó para mí, por encargo, y que expresa el sufrimiento y la fuga de campesinos de Ayacucho, escapando de la guerra en tiempos de Sendero Luminoso. Es un cuadro impresionante, actualmente en poder de Pepe Moya, un ayacuchano de verdad, a quien se lo transferí, porque pensé que era una manera de devolver la pintura a su lugar de origen. Mucha de la obra de Izquierdo salió del Perú, como el mismo me lo confió.
Izquierdo estaba impresionado con la belleza y el carácter de Lorena, a quien le pidió hacerle un retrato. Si mis cálculos no son errados, ese fue el último retrato hecho por el maestro. Lo hizo en unas tres sesiones, con colores verdosos, claros y suaves, que le dan una expresión de ternura y paz, muy bien logrados, por quien se notaba cada vez más delicado de salud.
Dejamos de verlo desde entonces y unos meses más tarde nos enteramos que estaba muy enfermo y que había sido internado en un hospital del seguro social. Sus amigos, la mayor parte artistas, organizaron una cena para recaudar fondos, a la que fuimos invitados. En julio del 2006 salimos del Perú, y al tiempo nos enteramos de su muerte prematura en diciembre del 2007. Su cuadro patológico, caracterizado por grave insuficiencia de irrigación cerebral, lo había llevado a la tumba, después de golpear sus facultades más preciosas, aquellas que, precisamente, habían aguzado su gran sensibilidad de artista. Izquierdo murió en la pobreza y con el reconocimiento de su círculo más íntimo de amigos y discípulos. Es probable que el reconocimiento del público y de la crítica venga, como siempre, más tarde, No sería el único caso. Como él mismo decía, “ahora todos aparecen como amigos de Humareda, lo que no es verdad, porque cuando él vivía casi todos lo despreciaron y marginaron…”. Esperamos que también el Maestro Izquierdo encuentre el reconocimiento póstumo que se merece.
Cuadro 1: Olla común
Cuadro 2: Leyendo en coca
Cuadro 3: El menú
Cuadro 4: Campesina
Cuadro 5: Lorena