martes, 24 de noviembre de 2009

NECESIDAD DE DIFERENCIAR LA PROMOCIÓN DE LA SALUD DE LA PREVENCION


Leyendo el Documento de Posición de la Organización Panamericana de la Salud sobre la Renovación de la Atención Primaria de Salud en las Américas, publicado en 2007, percibimos positivamente que de manera reiterada menciona la necesidad de hacer énfasis en un elemento fundamental para renovar y fortalecer la Atención Primaria en los países, cuál es, desarrollar la “LA PROMOCION Y LA PREVENCION” en salud, lo que de por sí es correcto. Sin embargo, también llama la atención de que en todos los casos se escribió en el documento “la promoción y la prevención” de manera junta, pegada. En ninguna de las citas los autores separan los conceptos ni se hace un intento de mostrar sus similitudes ni menos sus diferencias.

A partir de tan importante documento uno puede salir con la convicción de que la promoción y la prevención son prácticamente iguales, conceptos gemelos que se plasman a través de estrategias, también gemelas que, además, como dice el documento, son vitales y “costo-efectivas” (página 13), lo que, en lo fundamental, no es correcto, porque si de algo carecen las acciones sustantivas de promoción de la salud es de costo-efectividad. Por el contrario, sus acciones son muy complejas, muy caras y con una efectividad en permanente cuestionamiento, por parte de sus críticos, que no son pocos, y que se retroalimentan y se respaldan en los resultados no siempre claros ni fácilmente demostrables de las acciones de promoción de la salud.

Por el contrario, las medidas puntuales, concretas y con resultados casi siempre demostrables de las estrategias de prevención, las convierten en acciones costo-efectivas y de receta. Ese fue precisamente el motivo que llevó a sesgar el espíritu de Alma Ata, y a
seleccionar cuatro a seis acciones costo efectivas enucleadas alrededor de las estrategias GOBI, de las cuales las más costo efectivas son las vacunas, acciones preventivas por excelencia. Estas acciones focalizadas ayudaron a solucionar o mejorar tres o cuatro problemas, pero no mudaron la situación social que las generaba o provocaba. Se trataba de estrategias de simple sobre vivencia, sin importar el contexto en el que la gente sobrevivía (más específicamente todavía, los sobrevivientes eran, principalmente, niños menores de 5 años).

Por el contrario, las acciones de promoción de la salud se han ido definiendo y emparentando cada vez más claramente con el manejo y control de los determinantes sociales de la salud (aunque existe una fuerte tendencia que trata de evitar o ignorar esta relación) lo que le hace crecer en importancia y la ubica en su verdadera dimensión de estrategia que crea las condiciones sociales y ambientales, las condiciones que permitirán a la gente vivir de manera más saludable y duradera. Dentro de estas condiciones, las que tienen que ver con la economía de la gente, las que generan o eliminan la pobreza, son, evidentemente, las más importantes, las verdaderas causas de las causas. Si resolver esto fuera fácil y costo-efectivo, entonces, el problema mayor que impide el desarrollo social y el alcanzar el mayor nivel de salud posible estaría resuelto, y estas justas aspiraciones serían un hecho factible, con los recursos disponibles en cada grupo social o sociedad. Pero, sabemos que no es así. Trabajar y mudar los determinantes sociales y estructurales de la salud no se cumple sino es movilizando ingentes recursos extras y, sobre todo, movilizando mucha voluntad política, de manera sostenida y con continuidad en el tiempo. De esta manera, las soluciones serían de fondo y, posiblemente, irreversibles.