El mundo, principalmente el desarrollado, creía que había superado a las enfermedades infecciosas; que éstas eran cuestión del pasado. Sin embargo, en los últimos años hemos visto la aparición de nuevas enfermedades y la emergencia de otras que estaban olvidadas o focalizadas en algún sitio del planeta, pero que, por efectos de la globalización, se expanden rápidamente por los diferentes continentes, causando en muchos casos temor y movilización de los gobiernos y las poblaciones.
Cuando todos estábamos siendo testigos del acorralamiento
del ébola por la acción conjunta de la OMS y los gobiernos comprometidos en su
control, aparece rápidamente una nueva enfermedad, con un nombre muy sugerente:
la fiebre chikungunya, que ya está presente en 40 países. Ésta se suma a otras
enfermedades emergentes como la H1N1, la fiebre porcina, el mismo ébola, las
fiebres hemorrágicas y otras de impacto mundial.
Originaria de Tanzania, donde adquirió el nombre, es una enfermedad vírica transmitida al ser humano por mosquitos Aedes aegypti y Aedes albopictus infectados. Chikungunya en su idioma nativo, Kimakonde, significa doblarse, haciendo alusión al aspecto encorvado de los pacientes, que se doblan por los dolores articulares que la enfermedad provoca. Los mosquitos que la transmiten abundan en nuestras zonas tropicales, y son los mismos que transmiten el dengue, por lo que los casos pueden pasar mezclados con aquellos o camuflados mutuamente, en una epidemia doble y simultánea.
La fiebre chikungunya es una epidemia nueva que comenzó con
un caso a comienzos de año y que desde
entonces ha ido incrementándose exponencialmente en la ciudad de Santa Cruz, con
expansiones en el Beni y Cochabamba. Recordemos que se define como epidemia la
aparición inusual de casos en un lugar determinado. Como nunca hubo esta
fiebre, la aparición de un caso con transmisión autóctona ya significó
epidemia.
En este momento la
chikungunya representa una epidemia consolidada, con más de cuatro mil casos
detectados; tantos, que han superado con creces la capacidad de diagnóstico de
los laboratorios de referencia designados. Son tantos los casos en la
actualidad que hasta la misma prensa está perdiendo interés en su seguimiento. De
esta manera, se va dando un proceso del acostumbramiento y adaptación cultural,
donde la nueva enfermedad irá pasando a ser parte del espectro epidemiológico y
de la cultura local. La chikungunya será más tarde como la gripe o como la
tuberculosis, parte de los fenómenos naturales corrientes, de todos los días, y
su aparición o sus brotes no inmutarán a nadie. Será un elemento más de nuestra
cultura tropical.
Alguna autoridad sanitaria ya dijo que la chikungunya vino
para quedarse. Esto significa que la nueva epidemia va a convertirse en endemia
y será parte de nuestro listado epidemiológico semanal de enfermedades, será
parte de una amenaza siempre latente para todo aquel que viva o visite las
zonas endémicas donde viven estos mosquitos.
La epidemia de chikungunya no viene precedida de mucho temor
ni alarmante expectativa, como en el caso del ébola. Esto debido a su baja
letalidad, que parece variar entre 63 y 89 muertes por cien mil personas vivas, muertes que ocurren
principalmente en personas debilitadas y adultos mayores.
Como no mata como otras temidas enfermedades, no es de gran trascendencia y puede ir siendo objeto de descuido gubernamental y social. Puede dar lugar al peligro de la complacencia, caracterizado por la conformidad y por reacciones esporádicas en barrios o en grupos poblacionales desfavorecidos o más vulnerables a la acción y reproducción de los mosquitos. La complacencia es aceptar su naturalización y combatirla esporádicamente con medidas simples como pequeñas fumigaciones o el lanzamiento de mensajes educativos inocuos, tratando más bien de invisibilizarla a menos que los brotes sean muy notorios.
Este potencial descuido tiene sus serios peligros para la
salud y la economía del país. Para la salud, porque no se conocen a fondo sus
efectos y secuelas futuras en los enfermos actuales y, para la economía, porque
más allá de lo que su combate requiere, producen fuertes pérdidas por ausencias
laborales y por los costos de los cuidados médicos que su tratamiento reviste.
La nueva endemia de chikungunya no fue objeto hasta ahora de
la atención debida y debe merecer, en el presente y en el futuro próximo, de mayor
preocupación social y gubernamental.
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