Muy pocos adioses producen tan
sana complacencia. En este caso decir adiós a la rubéola es demostrar nuestro
júbilo por una victoria más de la salud pública. Tal como lo certifica la OMS, en
nuestra América ya no hay más casos de rubéola y tampoco del Síndrome de Rubéola
Congénita (SRC). La certificación viene del Comité Internacional de Expertos
para la Eliminación del Sarampión y la Rubéola que, en abril de 2015, revisó
las evidencias presentadas por los países miembros de la OPS, oficina regional
de la OMS, y dio su veredicto. Se logró, de una sola vez, la eliminación de dos enfermedades que
produjeron mucho daño en nuestras poblaciones.
Ambos éxitos se suman a los otros
dos que los programas de salud pública
lograron antes, la eliminación de la faz
del continente de la viruela en 1971, y de la poliomielitis, en 1994. Son
éxitos de la ciencia y de la acción conjunta de muchas instituciones que se
comprometieron en lograrlo.
El éxito es verdaderamente
grande, pero pareciera que pasa inadvertido para la mayor parte de la
población, o pasa como algo cotidiano e intrascendente.
Si bien la rubéola es una
enfermedad leve, de origen viral, transmitida por vía respiratoria, que afecta
con más frecuenta a los niños y adolescentes, sus mayores efectos se observan
en mujeres embarazadas, que tienen el riesgo de sufrir abortos o tener bebés
con defectos congénitos, en el corazón, en el aparato visual o en el auditivo;
además de predisposición a la diabetes, a la disfunción tiroidea, al autismo y
otras secuelas menos frecuentes.
La clave del éxito fue la vacunación masiva de la población a lo largo de
casi treinta años; vacunación que se dio
como uno de los componentes del Programa Ampliado de Inmunizaciones (PAI) de
cada gobierno nacional. El programa comenzó a operar masivamente desde
comienzos de la década de los 80, cuando ya se disponía de la vacuna triple
destinada a neutralizar los virus del sarampión, las paperas y la rubéola
(SPR).
La vacunación demostró ser, nuevamente, la medida sanitaria más costo
efectiva para controlar una enfermedad infecciosa. Una dosis de SPR
cuesta 1,09 dólares, lo que permitió, junto a la decisión política de
hacerlo, que en la década previa al 2008
se vacunara a 250 millones de adolescentes y adultos en 32 países de nuestro
continente. Se estima que solo en quince años de campaña se previnieron
alrededor de 112.500 casos del SRC en América Latina y el Caribe. De haberse
presentado estos casos, el gasto de su atención hubiese ascendido a 3 mil
millones de dólares. Esa es otra de las facetas del éxito sanitario de este
programa.
Sin embargo, como todo programa
técnicamente bien planteado, no solo se trata de vacunar, sino también de implantar
estrategias y sistemas de vigilancia y seguimiento epidemiológico, mismos que
son monitoreados continentalmente por la OPS. Este sistema reportó los últimos
casos de estas dos enfermedades en 2009, con lo que nuevamente, como en el caso
de la viruela y la poliomielitis, nuestra Región es la primera en el mundo en
ser declarada libre de rubéola y SRC.
Para cantar la victoria total y mundial es necesario que el resto de
los continentes hagan lo propio. Todavía nacen cerca de 110.000 niños con Síndrome
de Rubéola Congénita cada año, la mayor parte de ellos en el Sudeste Asiático y
en África. Por eso, mientras siga circulando el virus de la rubéola en el resto
del mundo, no podemos bajar la guardia. Estamos expuestos a los casos de
importación y a potenciales contagios en el extranjero. Debemos seguir vacunando
y apoyando la estrategia mundial de la OMS de erradicar el virus en el resto de
los continentes.
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