Cuando en Chile mostraron que había fallas imperdonables en
el Censo Nacional de ese país, los responsables del mismo renunciaron y el
Presidente abolió el Censo y se anunció la realización de uno nuevo, a la
altura de las exigencias técnicas del evento. En Bolivia sucedió otro tanto y
aún no tenemos los resultados del Censo 2012 o, por lo menos, no los encuentro en la página Web del INE.
Traigo a colación esto, para mostrar una diferencia de conducta
con relación a hechos de importancia pública que tienen que ver con la buena
marcha de los países. Después de las elecciones nacionales realizadas el 12 de
octubre, han llovido críticas de todo lado sobre los directivos del Tribunal
Supremo de Elecciones (TSE). Desde la Iglesia Católica, pasando por analistas, por la oposición y el oficialismo, todos han
criticado la insolvencia y la lengua larga de los vocales de esta entidad,
llamada a demostrar transparencia y eficiencia en el manejo de nuestro
principal instrumento democrático, el voto popular.
Uno de los más duros críticos fue el propio Presidente
electo, Evo Morales, quien abiertamente denunció a uno de los vocales como un
elemento negativo dentro del conjunto de vocales del TSE. Posteriores denuncias
lo identificaron como alguien que ya tenía, previamente, dos denuncias de acoso
sexual en esa institución.
El TSE que debe ser un equipo de trabajo, con predominancia
técnica, es todo menos equipo. Todos son portavoces y cada quien pretende brillar
frente a un micrófono, con ostensibles fallas por su baja preparación y su insolvencia
técnica. Ellos mismos denuncian fallas en las sumas, en la limpieza de las computadoras
(que no fueron cereadas, dicen), quieren decir que no se puso en cero a algunas
computadoras antes de empezar la introducción de datos. Exactamente como cuando
uno carga gasolina al auto, el encargado debe mostrar como parte del protocolo que
la máquina está en cero. En fin, un sinnúmero de errores de procedimiento y de
interpretación de estos vocales que dicen representar a diferentes sectores
sociales del país, que los habrían nominado como representantes sindicales en
medio de un organismo de alto contenido técnico.
Papeleta de sufragio a la que se le cambió el nombre del país de Estado Plurinacional a Estado Plurinominal |
Por esto los vocales no tienen idea de los tiempos requeridos
para ir proporcionando los resultados. En el primer día todos nos quedamos con las
ganas de ver los primeros avances oficiales, que nunca llegaron, y cuando
comenzaron a darse fue todo en un ambiente confuso y desorientador.
Todo esto se suma al error más notorio e importante, cual es
haber cambiado el nombre del Estado Plurinacional por el de Estado
“Plurinominal” como figuró en casi diez millones de papeletas de sufragio. Este
es un error tipográfico que ha sido producto de la irresponsable y no detallada
revisión de las papeletas que, por su importancia, debieran ser revisadas en grande,
en detalle y debieran ser sancionadas y lacradas por los directivos del TSE,
teniendo su Presidenta la última palabra. Las responsabilidades en este caso,
no pueden delegarse, tal como sucedió en el Censo chileno. Los errores de los
técnicos y de procedimiento son también responsabilidad de los jefes, quienes
no pueden lavarse las manos tratando de buscar un culpable entre los más
débiles.
Tamaño error no es sólo una cuestión de forma, como dicen a
la defensiva los vocales, es un error de fondo y es el comienzo del cúmulo de
errores que nos muestran cómo maneja la cosa pública un grupo de ciudadanos con
baja responsabilidad y casi ninguna capacidad para ese cometido.
Querido Fernando:
ResponderEliminarEscribir en un medio público, e Internet lo es, siempre tiene sus riesgos. Exponer las propias ideas sobre las cosas a la consideración de personas conocidas o desconocidas implica tanto la posibilidad de que sean compartidas como la de que sean refutadas. Decía Borges que dijo Emerson: “Los argumentos no convencen a nadie”. Y es probable que sea así. Uno lee (y escribe) desde una ideología y por tanto lee y escribe con un sesgo determinado. En política y, diría, en casi todo lo demás, no existe la neutralidad. Todo tiene una intencionalidad por más que nos empeñemos en aparentar objetividad e imparcialidad.
Dicho esto puedo, en parte, estar de acuerdo contigo cuando concluyes que: “Tamaño error (poner en la papeleta Estado Plurinominal en lugar de Estado Plurinacional) no es sólo una cuestión de forma, como dicen a la defensiva los vocales, es un error de fondo…” Ya lo dijo Paine: “Se puede tal vez decir como excusa de las malas formas que no son más que formas. Pero es un error. (...) Allí donde las formas en cualquier gobierno son malas, se tiene una indicación cierta de que los principios lo son también”.(Thomas Paine, Los derechos del hombre, 1791). Pero luego te deslizas rápidamente y sin pausa al siguiente aserto: “…es el comienzo del cúmulo de errores que nos muestran cómo maneja la cosa pública un grupo de ciudadanos con baja responsabilidad y casi ninguna capacidad para ese cometido. Lo cual tiene todo el aspecto de tratarse de una descalificación general a los ciudadanos que manejan “…la cosa pública”. Volviendo al principio de tu artículo comparas lo que sucedió en Chile en relación a un proceso censal fallido y las consecuencias que allí tuvo el hecho, con lo que sucede en nuestro país y las pocas o nulas consecuencias. Como dijo un amigo nuestro a quién no voy a mencionar para no ser reiterativo, “¿Y por qué no compararnos con Suiza?” Creo sinceramente que debemos abandonar esa forma destructiva y acomplejada que tenemos a veces de referirnos a nuestro país. Somos lo que somos y mientras seamos así no podremos comportarnos de otra manera. Si la incapacidad y baja responsabilidad son los argumentos principales para exigir la renuncia de esos ciudadanos que manejan “…la cosa pública”, posiblemente deberíamos pedir la renuncia de los dos tercios de toda la administración pública (y posiblemente, también de los funcionarios de las instituciones privadas). Alguna vez dije que la afirmación de que “… un país tiene el gobierno que se merece” es absurda: un país siempre tiene el gobierno que se le parece y nada más (pero tampoco nada menos). Silvia Rivera, en su obra “Oprimidos pero no vencidos” dice: “…se olvidan así de una tarea fundamental: la descolonización de los cerebros y de las almas, la necesidad de revertir centímetro a centímetro la presencia del “enemigo interior”, aquél que nos impone el resentimiento, la desconfianza mutua o el mimetismo cotidiano, condicionándonos a una psicología de víctimas, perdidas en una cacofonía de coros del lamento”. Pues eso.