miércoles, 19 de noviembre de 2014

Entre el ébola e Hipócrates


Me quedé meditando ante la amenaza de huelga del sindicato de trabajadores del hospital San Juan de Dios de Santa Cruz, frente al anuncio de las autoridades sanitarias de crear salas de aislamiento en ese nosocomio, para atender posibles casos sospechosos de ébola. Su dirigente afirmó que no estaban capacitados para prestar ese tipo de atención y, quizás, no tengan que intervenir en caso de que se presenten cuadros sospechosos del virus. Anunció marchas y protestas y un paro de 48 horas; y para conseguir apoyo de la opinión pública argumentó que una instalación de ese tipo en un lugar céntrico sería peligrosa para la población.

Para darle más aire el Secretario Ejecutivo de la Federación de Sindicatos de Ramas Médicas (FESIRME), también lanzaba su alerta, reclamando contar con mayor bioseguridad para poder realizar su trabajo.

Al mismo tiempo que se generaba este malestar y como mostrando su antítesis, un primer contingente cubano de 165 profesionales de la salud aterrizaba en  Sierra Leona, para ayudar a hacer frente a la enfermedad en el foco mismo de la infección. Otro contingente con 51 trabajadores de la salud aterrizaba en Liberia y, otro, de 40 en Guinea. También, en España se contagiaba una enfermera por atender a un paciente repatriado, y cuyo caso fue seguido por los medios a nivel mundial. Más anónimamente cinco médicos eran enterrados en Liberia y engrosaban la lista de héroes de la salud.

Ante la rebeldía sanitaria de este grupo de trabajadores nacionales, el Ministro de Salud, Juan Carlos Calvimontes, advirtió, con justa razón, que los médicos y profesionales de la rama sanitaria que se nieguen a atender posibles casos de ébola serían sancionados o destituidos de acuerdo a la norma jurídica  y al punto de vista ético y profesional.
 
No es fácil dar pautas de valentía en ciertas circunstancias, pero es necesario recapacitar  sobre la noble tarea de todo trabajador sanitario, que asume su profesión con el fin de luchar por la salud de la humanidad. Este espíritu ético está bien sintetizado en lo que se llama el Juramento Hipocrático, síntesis de los valores éticos de la profesión médica. La fórmula hipocrática de la Asociación Médica Mundial, al momento de  admitir un miembro de la profesión médica, dice en su parte pertinente: “Prometo solemnemente consagrar mi vida al servicio de la humanidad;… ejercer mi profesión dignamente y a conciencia;…velar solícitamente y ante todo por la salud de mi paciente; …mantener incólumes por todos los conceptos y medios a mi alcance el honor y las nobles tradiciones de la profesión médica;…velar con el máximo respeto por la vida humana desde su comienzo, aun bajo amenaza, y no emplear mis conocimientos médicos para contravenir las leyes humanas”. 

Lo que se anuncia para los médicos, lógicamente que se amplía para todos los trabajadores de la salud, que en conjunto conforman un equipo integral de trabajo. En ese equipo todos tenemos miedo y todos estamos en riesgo permanente de enfermar o morir, unas veces con mayor probabilidad que otras. En esas circunstancias es preciso redoblar las atenciones y los cuidados, poniendo todo el conocimiento científico para evitar el contagio; lo que  no se puede es darle la espalda a la enfermedad. 

Por lo tanto, me parece una medida atinada la del SEDES cruceño de prepararse ante cualquier emergencia, no sólo alistando salas de aislamiento, sino capacitando a sus recursos humanos y dotándoles de los equipos e insumos necesarios para protegerse y proteger a la población. La misma medida debieran adoptar todos los SEDES del país, de manera que la aparición de un caso de ébola no nos encuentre desprevenidos. Un solo caso tendría un impacto trascendente en los medios y produciría pánico en la población; siendo los trabajadores de la salud los únicos que podemos tranquilizarla. De entrada debe saber que como buenos capitanes, no abandonaremos jamás el barco.

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