jueves, 15 de marzo de 2012

Escribe mi amigo Luis Arcila sobre la afición de escribir


Conocí a Luis Asdrubal Arcila en México, cuando yo cumplía mi primer destino como Asesor Internacional de la OPS/OMS. El cumplía su último destino. Había pasado por cinco países de los que guardaba gratos recuerdos. Recuerdos comprometidos con los países en los que había trabajado. Así es Arcila, un hombre comprometido y leal. Leal con sus ideas y leal con lo que ama. Además de su trabajo el amaba a su pueblo, Antioquia, y a su Municipio: Sonsón; amaba a los pueblos por donde pasó, a sus costumbres, sus comidas y su arte. También amaba a sus amigos, mejor, a los que percibía como tales. Como él mismo decía, en ciertos círculos institucionales donde se propaga el virus del poder de manera solapada, no todo lo que brilla es oro, ni todo el que te sonríe es por amistad. 

Con Luis Arcila aprendí a reconocer a estos y a aquellos. De verdad aproveché su amplia experiencia y sus relatos. País por país. Personaje por personaje. Programa por programa. Gestión tras gestión. Toda conversación con Luis era un momento de solaz y aprendizaje. Y no fueron pocas. Fueron muchas, en las que también aprendí a conocer los buenos cognacs y lo mejores brandys españoles. De él aprendí la ocurrente frase: “esta noticia merece un Brandy”.  De esta manera me pasó muchas noticias y muchos conceptos, por lo que, en retribución, nos tomamos otro tanto de brandys buenos. De los mejores. Había que estar a la altura del comentario, no se podía pedir menos.  

Luis es un hombre que parece duro, pero, es solo su apariencia. En el fondo es bueno y sensible hasta las lágrimas. Cualquier evento positivo o perverso le deja una huella honda y una profunda alegría o dolor, que el trata de expresarla y hacerla pública, para lo que aprovecha cualquier espacio que se le brinda. Cualquier aniversario o acontecimiento en el que se le ofrecía la palestra, era ocasión para mostrar su sapiencia y expresar sus pensamientos de la manera más franca y abierta. Probablemente esto le haya causado más de un contratiempo y le haya producido más de una vendetta, generalmente subterránea. No le importaba. El tenía que decir lo que tenía que decir, de lo contrario no dormiría tranquilo. 

Y cuando Luis Arcila hablaba, generalmente lo hacía leyendo, leyendo páginas enteras de sus trabajos bien preparados, con decenas de citas, en los que invertía horas y horas de pluma y meditación. Guardo algunas de éstas sus intervenciones, de apología, como aquella, en el Día Mundial de la Salud, frente al Presidente Carlos Salinas de Gortari, su gabinete e invitados, que le mereció un efusivo apretón de manos del entonces poderoso Presidente mexicano. Esa noche brindamos con Brandy mexicano: Azteca de Oro.  

Una vez jubilado, decidió vivir entre dos de sus lugares preferidos, los que más quería: Antioquia y Santo Domingo, donde suele pasar largas temporadas de relajamiento. La jubilación significó para él un momento de paz y tranquilidad, necesarias para recopilar y escribir sobre lo que más le gusta escribir. En este lapso ha escrito dos libros sobre su pueblo y sus gentes: el primer volumen lleva el nombre de Realidad (314 páginas, Editorial Piloto, año 2000);  su segundo libro lleva el nombre de Huellas De Realidad (272 páginas, Ed. Piloto, año 2008), en el que recopila y comenta los mensajes de 30 de sus amigos y admiradores.  Ahora me acaba de contar que, a manera de ensayo, sacó su último libro sobre una de sus aficiones ocultas, los caballos. El libro lleva el sugerente título de “Un Sentimiento Ecuestre”, fue editado en 2011 y está casi agotado. 

Por lo demás, escribe monografías y relatos cortos. Me envió uno sobre la vejez y otro sobre la pasión o afición de escribir. Este último fue el que me motivó a escribir sobre él, y aprovechar la ocasión para expresarle mi admiración y mi amistad inquebrantable. El texto en cuestión es el siguiente: 

LA  AVENTURA  DE  ESCRIBIR

Por: Luis  Asdrúbal  Arcila  Montoya

Cuando no se es escritor sino simple aficionado, escribir no es tarea fácil, intentarlo a pedido, agrega complicaciones y hacerlo bien, es todo un privilegio. Con estas salvedades, como lealtad obliga, no podía negarme a la solicitud de Helena Restrepo, nuestra querida Presidenta de la Asociación de ExFuncionarios de la OPS/OMS, capítulo con sede en Medellín, para animarme a bosquejar algunas líneas sobre lo que ha sido mi tímida incursión en el campo de la narrativa y ensayo literarios, ya con algunas publicaciones sacadas de los muchos escritos que desordenadamente duermen tranquilos en archivos olvidados.


Acontece que desde mi lejana infancia, a todo lo largo de mi no corta vida, al lado de mis deberes e inquietudes de estudiante y luego durante el ejercicio profesional, con no poco material escrito y algo publicado, yo que no soy de fácil pluma, siempre tuve la inquietud de escribir, no sé si bien o menos mal. A mí, que tanto me cuesta todo, cuando de escribir se trata, no puedo menos que evocar a Azorín, maestro del estilo, cuando dice que “escribir es fácil, lo difícil es podar”. Lo he hecho sobre diversos temas, constatando aquello de que la escritura es una continuación de la lectura, en mi caso, con esa neurosis del lector en que uno va empezando al tiempo unos cinco libros, para terminar apenas dos.

Han sido escritos, a veces leídos en público, otros pocos divulgados en artículos y libros, quedando muchos como algo privado; la mayoría desaparecidos, algunos que siguen en borradores archivados, casi todos desconocidos hasta de mis más próximos amigos y allegados. Pero el mayor archivo siempre subyace en los trasfondos de una mente inquieta, curiosa, insatisfecha. Son ideas e inquietudes que oprimidas, como deudas pendientes a veces pugnan por salir a luz pública y convertirse en textos, que sólo esperan para visualizarse aquella voz redentora que movida por algún estímulo u oportunidad les diga, ¡levántate y anda!...

Bajo cualquier circunstancia, ha sido una sensibilidad a flor de piel, musa furtiva sin horarios ni lugares, que con sus dos caras tanto llega silenciosa como también se va sin previo aviso, la misma que me salva y me condena: es que a veces acuden a la mente toda una profusión de imágenes e ideas, que apoyadas en un ángel tutelar como consueta, despiertan e iluminan un inasible estro poético, atando a una estrella la carreta cargada con mis sueños; pero son también muchas las otras ocasiones, encrucijadas del espíritu que impotente entra en estériles espacios, laberintos en penumbra, cuando aparece la antimusa mazo en mano y la fatídica guadaña que todo lo destruye. Magnificamos lo escrito, pues siempre se ha dicho que a las palabras se las lleva el viento. Es que lo que se habla es fugaz y tiene una existencia efímera que apenas temporalmente sobrevive frente a las fragilidades del recuerdo, mientras que lo escrito “escrito está”, queda ahí y perdura, con una presencia permanente que a futuro se sigue multiplicando como testimonio fiel a través de sus lecturas. Mientras otros ofician verbalmente a su manera, como lo afirma Carlos Fuentes, por fortuna éste sí un escritor prolijo, al decir que “la literatura transforma el lenguaje de la calle, lo exalta, intenta recoger el cobre de todos los rezos para convertirlo en oro”.

Aunque también habrá que recordar cómo Sócrates ni Jesucristo dejaron nada escrito, pero sus legados se salvaron del olvido, de ser sepultados por la tiranía del tiempo, que entre borrosos testimonios y dudosos comentarios de tantas voces y oídas que a medida que se suceden, entre lealtades e infidelidades, lo van desfigurando todo hasta quedar en meras fantasías o terminar en nada. Pero esos legados felizmente han sido para siempre rescatados, en el caso de Sócrates, por los escritos memoriosos de los discípulos de su escuela y los comentarios de Platón, y también las enseñanzas de Cristo, tan ricas incluso para nosotros los agnósticos, con credo propio, sin religión ni partido, a futuro han trascendido en la palabra letrada contenida en Los cuatro Evangelios del Nuevo Testamento, de Mateo, Marcos, Lucas y Juan (para referir sólo los admitidos, porque son muchos otros los llamados por la Iglesia “apócrifos”, término que en su origen no significaba “falso” sino “escondido”, y no hace mucho Saramago escribió el suyo, pudiendo contarse por millares otros escritos sobre la doctrina y obra de Jesús).    

Llegada la hora más linda, la del atardecer, de la nostálgica calma crepuscular, cuando la luz y las tinieblas se mezclan suavemente con caprichosos tintes que pintarrajeados en el cielo como un mapa policromo parece registrar un testimonio de lo que fue el trajín de la jornada que termina y avizorar los misterios del futuro incierto. Colgada con honores la toga de la academia, dejada de lado la armadura de guerrero que en tantas luchas y lugares nos acompañó y que ya comienza a enmohecer; marchitos ahora los lauros en mi atormentada cabeza desgreñada y limpio mi pecho de oropeles, pero aún con la roca de Sísifo a la espalda, si algún obstáculo no pude sortear en el ascenso o apoyado en la palanca ajena, fue porque nunca fui capaz de doblar la rodilla e inclinar la frente. Por eso es que, siendo de la estirpe de aquellos que “llevan el hierro entre las manos porque en el cuello les pesa”, como reza el himno de mi tierra, a estas alturas del largo camino trasegado, liberados ya de todo compromiso, ignorando gratuitas, desleales zancadillas, es también cuando coronados por las nubes grises del otoño, bajo cierto escepticismo, trofeo que dan los años en la tarde crepuscular, es posible observar con mirada indiferente a las cosas y las gentes en sus divagaciones y apresuramientos cotidianos.

Es como, recluido ya como jubilado en mi propio cuartel de invierno, tratando de hacer uso del llamado “buen retiro”, cansado de contiendas que en mucho inútiles pasaron a la historia, con los conocimientos técnicos que necesariamente se iban desactualizando y respetando a los nuevos cuando con calidades y derecho tomaron el relevo, al lado de las normales actividades del día a día, había que utilizar el ocio útil, para no caer en el tedio destructivo.  

Y, cada quien, loco o no con su tema, pero en lo suyo, con sus hobbies y sus bricolages: unos privilegiados, que absortos escuchan la música encantada, lenguaje de los dioses; los que tocan el piano o acarician la guitarra, con sus notas y cantos, como expresión del sentimiento humano; aquellos que bailan al compás del bandoneón, con sus historias y sonidos tristes, voces de arrabal; lo que otros hacen creando vida en contornos y colores, con la brocha y el pincel; los que con sus manos modelan la arcilla primigenia, recordando que Dios fue el primer alfarero y el hombre su primer fetiche; igual que los que dan esculturales formas a mármoles inertes y troncos arrumados, valiéndose de las gubias y el cincel; todos, dentro de una comparsa de ilusiones, como haciendo coro a ese pensamiento de Sartre, que es más bien un libro: “La vida del hombre es una pasión inútil”. 

También, el poner en blanco y negro las ideas y emociones, sentimientos y pasiones, se constituye en un ejercicio de saludable desintoxicación, al brindarnos una especie de catarsis, cuando ya dueños de nuestro tiempo, sin mandatos, ni tareas, ni presiones exteriores o coyundas económicas, podemos decir con toda la voz lo que pensamos y sentimos, sin que nadie nos pueda constreñir. Así, al tener algo que decir, es grato poder expresarlo sin ínfulas y con respeto, honrando lealtades, pero sin esas reticencias ni eufemismos que tantas veces se convierten en susurros solapados o que volviendo la cara, prefieren escudarse en aquellos silencios cobardes que también hacen tanto daño. Es que a través de lo que se escribe también es posible soltar ese diablillo que todos llevamos dentro, saltando reticencias de censuras razonadas para liberar sobre el papel verdades reprimidas, sin esos maquillajes verbales que más bien son hipocresías bien elaboradas, que traicionan el arte para convertirlo en artificio. 

Reiterando que aunque es posible con disciplina y estudio, dedicación y método, aprender a escribir gramaticalmente bien, no quiere decir que eso necesariamente conlleve a ser un escritor de fondo sustancioso arropado con bellas formas literarias, si al lado de esas actitudes no se tienen también talento innato y adecuadas aptitudes, honrando el dicho de que el verdadero escritor, como el poeta, nace pero no se hace. Basta volver la mirada sobre las obras de los grandes clásicos y algunos buenos modernos, que es apenas normal que sean pocos, para casi avergonzarnos de lo que nosotros a veces urdimos con un frustrado esfuerzo.

Esfuerzo grande, cuya pequeñez en los resultados es poco menos que insultante. Y como sólo el veredicto de la supervivencia de lo escrito a través de los años es lo que consagra a un autor, nosotros tendremos que contentarnos con que ahora siquiera un poco nos entiendan… Porque, se escriben preceptivas, se hacen cursos y talleres y hasta existen carreras y cursos de postgrado tendientes a disciplinar este arte tan excelso como esquivo, todo lo cual ayuda mucho, acrecienta los conocimientos sobre la historia y las obras de los otros, y algo o mucho enseña sobre la forma gramatical y hasta el estilo, pero poco se gana si no hay materia prima, ese germen para la propia creación, eso que llaman inspiración, que es más genio que ingenio.

Si bien son muchos los que pueden leer lo que otros han escrito desde siempre, son pocos los que pueden escribir en serio para que por siempre otros los lean, dentro de ese eterno proceso intelectual en el que escribe crea y el que lee interpreta. Es por eso que ahora, cuando a diario ven luz pública tantos libros, revistas y folletos, la mayoría que por mediocres han nacido muertos, en esta época de comunicación de masas y el triunfo de lo efímero, toma más respetabilidad la buena literatura, desde los eternos clásicos imprescindibles, pasando por los consagrados que ya tienen su puesto bien ganado, hasta un grupo de nuevos que aunque a veces sufren duras críticas y olvidos, muchos siguen madurando con sobrados méritos.

De nuestra parte, habrá que repetirlo, no somos literatos y si nos atrevemos a escribir testimonios como este, es más movidos por el sentimiento que por el conocimiento, pero siempre signados por aquel precepto de Papini, “se puede escribir bien o hasta mal, pero si lo haces, ¡escribe con sangre!”, sintiendo también desde nuestra mínima parcela lo que para los grandes anotara Balzac al afirmar que “las obras del genio están regadas con sus lágrimas”.  

Con plena conciencia y sin ligerezas, tener la disposición y vencer el temor de enfrentar la hoja de papel en blanco, ya es algo. Expresarse razonablemente bien, dejándose leer para trasmitir un mensaje, compartir una idea o dejar un testimonio en un lenguaje pulcro, es también bastante, ahora cuando proliferan periodistas, columnistas, politólogos y toda suerte de escribidores, mientras los verdaderos literatos, que se suman a los consagrados que en el mundo han sido, bien pocos siguen siendo. 

Entonces, sin mayores pretensiones, apenas intento hacer lo mío lo mejor posible, pues para algo habrá de servirme el ocio constructivo, sin compararme con los que de esto saben. Lo confirmamos, acordes con lo dicho por aquel hombre esencial que fuera Bobbio: “De los clásicos he aprendido la primera y más dura lección, la de la humildad, la de no permitir que se nos suban los humos, la de no perder nunca el sentido de las proporciones”. Deleitémonos entonces con aquellos que lo hacen bellamente, que en forma tan original y perfecta narran tantas cosas que quisiéramos decir, aunque, aún siendo su oficio, a veces se mecen entre dudas e ironías, lo que llevara al propio Borges a expresar: “Si me dijeran que todo lo que yo escribo será olvidado, no creo que recibiría esa noticia con alegría, con satisfacción, pero seguiría escribiendo, ¿para quién?, para nadie, para mí”. 

3 comentarios:

  1. Vaya esta aficción es parte de mi agenda eprsonal pendiente. Creo que el escribir te transporta, te renueva, te escanea el alma. Es una aventura intensa donde no hay pierde.

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  2. alguien tiene información sobre el señor luis asdruval arcila? lo busca un familiar... en caso de saber algo se deja un correo
    livenoar@hotmail.com muchas gracias

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  3. hola, me gustaría saber si alguien tiene informacion, o sabe como contactar al señor luis Asdrubal Arcila, lo busca un familiar.
    en caso de saber se deja un correo donde me pueden responder, (ES IMPORTANTE) livenoar@hotmail.com.
    muchisimas gracias.

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