viernes, 5 de diciembre de 2014

Alexander desnuda a una sociedad que no protege


El Hogar Virgen de Fátima desde donde salió moribundo
el niño Alexander (foto La Razón)
Si de algo sirvió la muerte del niño Alexander el 13 de noviembre pasado, es para desnudar y mostrar con toda su crudeza y realidad la desprotección en la que se encuentra la población boliviana, pero, principalmente, la población más pobre y desvalida, cuya expresión extrema era el niño Alexander. Hijo de padres pobres, alcohólicos y vagabundos, que descuidan y abandonan sin escrúpulos a sus retoños. Recogido en un hogar donde priman las falencias y las improvisaciones. Transferido a un Hospital de Tercer Nivel donde no se lo atiende correctamente y se hace lo humanamente posible por salvarle la vida; donde también existen enormes falencias que obligan a su referencia a otro centro de atención de menor nivel, donde se descubre que pudo ser víctima de una posible violencia sexual y donde finalmente muere. 

Pero Alexander no sólo desnuda las falencias de los servicios de protección social y de salud, también desnuda a un sistema de justicia que no atina a dar con el posible culpable de la causa directa de la muerte, un sistema que muestra su ineficiencia y falta de puntería, acusando a toda persona o profesional que tuvo algún contacto con Alexander desde que salió del hogar de acogida. Son doce las personas inicialmente apuntadas y acusadas, cuando probablemente, y si las sospechas son fundadas, sólo existe un culpable de la causal directa de muerte. El resto de los acusados es inocente, pero ya está pagando una culpa injusta por ser sospechoso, sin claro fundamento, a los ojos de tal o cual fiscal.  
Es importante subrayar que existe una causal directa de muerte, pero existen múltiples causales indirectas que ya habían sentenciado a muerte a Alexander aún antes de nacer. Estas causales indirectas son las determinantes sociales de la salud y la vida que en el caso de Alexander eran demasiadas: pobreza, ignorancia, falta de vivienda y hogar, mala alimentación, adicciones, alcoholismo, desprotección social y otros. La posibilidad de sobrevivir frente a este cúmulo de condicionantes negativos es remota y resultaría, de darse, milagrosa.

Pero el evento nos muestra que no solo Alexander es el desprotegido, también lo son funcionarios, enfermeras, asistentes, estudiantes y médicos, que tuvieron ese día la triste suerte de cruzarse con el moribundo Alexander. Incluso el acucioso doctor que se percató y diagnosticó la posible causa final de muerte ahora esta preso en su propio domicilio. Nuevamente los sectores de la salud y la justicia muestran ser el Talón de Aquiles de la estructura social y del régimen que debiera darnos protección. 

Es importante observar y hacer seguimiento de este singular caso, esperando que las investigaciones que se realizan permitan aclararnos el panorama y castigar al verdadero culpable, si la violencia existió. Entre tanto, no podemos permitir que se acuse a diestra y siniestra buscando culpables y mellando dignidades, por lo que bien hace el Colegio Médico en proteger a sus afiliados de actos de la justicia practicados sin precisión ni especificidad. Nadie puede ser acusado sin pruebas ni fundamento y sin el debido proceso.

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