sábado, 18 de enero de 2020

Liberar la energía de las bases


El cambio de gobierno ha dejado grandes tareas. Casi nadie dentro de Comunidad Ciudadana (CC) pensó que su esfuerzo por derrotar a Evo Morales en unas elecciones completamente adversas, tendría el final que tuvo. Durante casi un año se trabajó en la resistencia y en la organización del gran enfrentamiento que significaban las elecciones del 20 de octubre, cuando el escenario se polarizó entre las dos fuerzas principales y los dos líderes políticos más prominentes, Evo y Mesa, se vieron las caras frente a frente. Si bien el proceso comenzó el 21F y fue fermentado por muchas fuerzas y colectivos, tuvo en CC su principal referente de desafío y resistencia. CC respondió a la altura de las circunstancias, en ningún momento tuvo una actitud de desesperanza ni de rendición. Los miembros de la alianza y, principalmente, su candidato Carlos Mesa, resistieron toda suerte de embates y acusaciones, con templanza y seguridad en su estrategia. Ellos se jugaron por la vía eleccionaria, y jugaron a la victoria o, por lo menos, a obligar al candidato masista a medirse en una segunda vuelta que, al estarse plasmando, desencadenó el descomunal fraude, destinado a alejar al mesismo del balotaje.
El fraude fue tan evidente -y demostrado por los observadores de la OEA- que despertó la ira de las clases medias y de gruesos sectores populares, que se volcaron a las calles para evitar que su voto sea robado nuevamente. A esta sublevación ciudadana se sumaron los comités cívicos que, además, tenían sus propios motivos localistas para movilizarse y protestar, tal es el caso del desastre de la Chiquitanía o el contrato indecoroso para la explotación del litio. Todo confluyó para provocar la eclosión y la insurrección de las ciudades y de algunos departamentos íntegros. La sublevación no se cansó; durante 21 días, de manera ejemplar y sostenida, la población mostró su saturación contra el autoritarismo y la arbitrariedad. No cedió y terminó siendo apoyada por la propia policía y el ejército nacional, apoyo que inclinó la balanza, definitivamente, en favor de los sublevados.
Nuevos liderazgos nacieron de esta emergencia, mismos que se adueñaron de las calles, ganando la simpatía de los insurrectos, que no cejaban de tocar sus tambores de guerra, la guerra de las pititas. La presencia de CC fue minimizada y opacada por el show, el simbolismo y la juventud de los lideres emergentes, quienes, mareados por su repentina popularidad, cometieron crasos errores de largada, demostrando ingenuidad, falta de madurez e intereses personales en juego.
De cualquier manera, el panorama post sublevación cambió el escenario político, con la emergencia de actores políticos y nuevos líderes.
La población observó con esperanza y entusiasmo este nuevo escenario, entusiasmo que se ha ido amortiguando por los errores de los recién llegados y, ahora, con cierto recelo, vuelve su mirada al líder que puso en aprietos a Evo Morales, vuelve a pensar en Carlos Mesa. En principio, los que tienen decidido y confirmado su voto por Mesa son los sectores de mayor educación y con mayor formación política, así como los que tienen una aproximación a posiciones centristas y evitan los extremos, ya sea del populismo de izquierda o de la derecha fundamentalista y neoliberal.
Sin embargo, hay un sector de la población que mantiene su apoyo al MAS, y que constituye su núcleo duro, conformado por los sectores campesinos más pobres y alejados y por algunos sectores populares de las ciudades. Existe otro sector, que espera todavía un cambio de liderazgo a partir de un cambio generacional; espera un líder que demuestre osadía y mayor dureza en el manejo de la transición gubernamental, este sector abriga alguna esperanza en la emergencia del binomio Camacho - Pumari.
En estas circunstancias, y para recuperar su presencia en el tablero de las elecciones, CC deberá demostrar que es capaz de responder a las expectativas de todos los grupos, sumando el máximo de fuerzas. Por el momento, se vislumbra una campaña taimada y con pocos cambios de estilo y estructura, teniendo, nuevamente, al tiempo en contra. Por ejemplo, mantiene gran parte de sus dirigentes medios, nombrados a dedo y no siempre con la aquiescencia y satisfacción de sus bases. Aún en departamentos donde los resultados de las elecciones fueron palpablemente contrarios para CC, se mantienen dirigentes con el solo apoyo de arriba y casi ninguno desde abajo. Dentro de la alianza, la situación es más clara en el partido de Carlos Mesa, que sintéticamente se llama Comunidad y que, por ser el hegemónico, debiera propiciar los cambios más profundos y perceptibles.
Por estas razones, y para mostrarse de manera decidida y ágil como la fuerza capaz de llevar al pueblo hacia la victoria, es importante que su dirección nacional genere un proceso de democratización o, cuando menos , de real participación, haciendo que sus bases se incorporen en la toma de decisiones y se sientan partícipes de la construcción partidaria, dando en el proceso una estructura orgánica a eso que ahora es un movimiento de ciudadanos, cuyo concepto es novedoso y moderno, pero que, sin estructura partidaria, termina siendo ambiguo y difuso.
La democratización del partido debe comenzar ya, desde el nivel nacional y orquestada por su líder máximo, con el apoyo irrestricto de sus principales responsables, nacionales y departamentales. CC debe liberar la energía de sus bases y de todo ciudadano que haga un intento por acercarse. Necesita ganar su confianza a partir de una real participación, donde la capacidad de escuchar y responder positivamente debe ser su principal característica. El tiempo no debe ser un óbice, el proceso organizativo debe ser paralelo al de campaña; liberar energías e iniciativas confiando en la capacidad de auto organización de sus bases en todo el mapa nacional. No se debe dejar un solo rincón del país sin opciones de un mínimo de organización partidaria. No se pueden dejar distritos o municipios sin la presencia de CC. Se debe pelear todo espacio poblacional o morir en el intento. Para esto es importante tener organizadas y funcionando todas las instancias operativas, territoriales y sectoriales, de la estructura partidaria, que debe ser democratizada desde abajo hacia arriba. Desde los distritos, pasando por los municipios, circunscripciones y terminando en las direcciones departamentales y la nacional.
Es la tarea más urgente y necesaria, que debe comenzar ya nomás, con instructivas claras y concretas, con normativas urgentes que provengan desde el nivel nacional. Directivas que insuflen de confianza y seguridad a los adherentes, de manera que comprendan que son escuchados y que pueden influir en las decisiones pequeñas y grandes de su movimiento.
Paralelamente se tendrá que tocar el tema del programa, que debe expresarse de manera concreta y entendible; lo mismo que la estrategia de campaña que, además de comprensible, debe ser innovadora y audaz. Programa y estrategia de campaña deben acompañar al tema orgánico de manera complementaria y casi inmediata. Todo esto, mostrando una actitud de apertura, de sinceridad, de ética y transparencia, lo demás puede sonar a maniobra y utilitarismo, del que están cabreadas las masas que participan y las que, finalmente, votan.
Enero, 11 de 2020.

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